Oídos sordos

No sé cómo tomarme a estas alturas de la película, la situación del Deportivo. Es como aquel que quiere conocer cuanto antes el final de una película, pero no le queda más remedio que aguardar a su desenlace. Este es un deseo tan antiguo como el hombre y el deporte. Pero hay que insistir en ello, igual que nuestra capacidad de pensar en otras alternativas que solo existen en nuestra imaginación.
Es un potencial que nos permite creer en los milagros, que como tal tiene que suceder para que este Deportivo siga pendiente de un hilo con la preocupación siempre constante de que el descenso acabe desapareciendo de nuestras mentes a pesar de la falta de habilidad en la plantilla.
Es un grito al cambio. A la fiabilidad. Al esfuerzo. A los buenos resultados. A las buenas ideas, algo tan sencillo, pero de lo que carece el Dépor precisamente cuanto más se necesitan ese tipo de genialidades. Es el precio a tanta demanda de buenos resultados en un club que siempre da la sensación de que se pasa la Liga de rebajas, regalando errores, goles y puntos con una facilidad que resulta preocupante.
Llega un momento en el que ya da igual que juegue Lucas o Andone, demostrado ya que el rumano nunca debió estar prácticamente olvidado. Así nos ha ido. No son solo gracietas porque tampoco estamos para muchas alegrías. Estamos obligados a evolucionar tengamos enfrente al equipo que sea. Todos son, como suele decirse cuando ya no quedan excusas, de nuestra Liga.
Me sigo asombrando y por eso en ocasiones hago oídos sordos a tanta rabieta, a tanta locura, a tanto fanatismo... Todos claman por lo mismo: por una victoria que tan cara se vende por estos lares. Era igual con Mel y lo sigue siendo con Cristóbal. Parece irrelevante, pero no lo es. Está mucho en juego, a pesar de que incluso a veces hasta se aplaude la confusión, los despropósitos, la torpeza, la imperfección y hasta los delirios de quienes se niegan a ver la realidad y todo lo ven color de rosa.

Oídos sordos

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