Nos estamos acostumbrando mal

Decepción. Creo que es el calificativo que más suena entre la afición deportivista tras el empate sin goles del pasado miércoles en Riazor ante un Granada, que al igual que los chicos de Pepe Mel, han desarrollado noventa minutos soporíferos, especialmente en la primera mitad. El técnico blanquiazul había manifestado en la previa, que este era EL PARTIDO del Deportivo. El que más interesaba y clave para mantener la categoría. Bueno… son simplemente palabras que buscan buenas intenciones. Pero la realidad es otra. Mi sensación es que este fue uno de los peores encuentros de la era Pepe Mel. Frente a los andaluces se ha perdido ese famoso “efecto” del que tanto hemos venido hablando desde que el  técnico madrileño aterrizo en A Coruña en la jornada 25 frente al Atlético de Madrid. El panorama ha cambiado sustancialmente para mal, al menos en cuanto al juego que desarrolla el equipo. Seguimos ciegos de cara al gol e incluso ya no somos capaces de marcar ni de penalti. Si esta vez fue Borges el que erró, una jornada antes había sido Faiçal quien también fallaba en Valencia, sin olvidarme otro intento frustrado de Çolak en Gijón aunque allí se había  conseguido el primer triunfo fuera de casa gracias al gol de Pedro Mosquera.
El Granada, salvo milagros que no siempre se dan, es claro candidato a perder la categoría. Ya lo había dicho incluso en el choque de la primera vuelta en Los Cármenes (jornada 11 y 1-1) donde Andone lograba su primer gol con el Deportivo. Aún hoy en día no me explico cómo los coruñeses no fueron capaces de ganar allí.
Volviendo a Riazor, si el partido tuviese que decantarse a los puntos, el Deportivo sería vencedor por muy escaso margen. Pero esto es fútbol. El equipo, es mi percepción, bajó  notablemente en su efectividad y ritmo e incluso estuvo muy frustrante con el balón en los pies, perdiéndose muchos balones de forma inexplicable. Lo he visto excesivamente lento y sin ideas, con apenas llegadas a la meta de Ochoa. Y si aún encima se falla desde los 11 metros, apaga y vámonos. El parón liguero nos trajo de nuevo al Deportivo que no queremos. Al que habíamos sufrido en la época de Garitano con un ritmo de juego embarullado y perezoso. La suerte del equipo, es que sus rivales en esa lucha por mantener la categoría, siguen pinchando. Ya nos hemos acostumbrado a mirar lo que hacen los demás y eso es un síntoma muy evidente de que no se están haciendo bien las cosas. 

Nos estamos acostumbrando mal

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