¿Qué pasará el domingo?

Hay tiempos en que el fluir de los acontecimientos es tan rápido que hasta esta pequeña columna que ustedes hoy leen puede quedar vieja y desactualizada incluso antes de haber terminado de escribirla. Son tiempos en que los periodistas trabajan –o trabajamos– con márgenes muy estrechos, tanto por el tema de actualidad dominante como por la velocidad con que muda el panorama informativo. Es un poco –me parece– lo que está sucediendo con el golpe de Estado en Cataluña, que alguna prensa local minimiza hablando de choque institucional. O de la cuestión catalana, que tiene mayores reminiscencias históricas.
Habíamos comenzado la semana con el respingo de Pedro Sánchez cuando se enteró de que el propio portavoz de la Ejecutiva Federal, Óscar Puente, había anunciado el “levantamiento” por el partido del veto a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Tuvo, pues, que recurrir no tardando al ácido piquito de oro de la portavoz parlamentaria, Margarita Robles para, elevando el tono contra el Gobierno, intentar echar una cortina de humo sobre titubeos y disidencias internas. No hay mejor defensa que un buen ataque, se ha dicho siempre.
Apenas repuesto del susto, Sánchez hubo de afrontar otro trance no menos incómodo: su veto personal a que prosperara la proposición no de ley de Ciudadanos que pretendía cerrar filas en torno al Gobierno y los jueces en el mantenimiento del Estado de Derecho en aquella comunidad. El gran titular de la prensa local se vio venir: “El Congreso no avala la estrategia del Gobierno ante el referéndum”. Munición para los independentistas.
Rajoy parecía así abocado a ir consumiendo los días entre recelos de todos: con sus votantes reclamando firmeza ya; un Partido Socialista cuyo consenso estaba siendo a regañadientes y de alcance limitado; un Ciudadanos queriendo asomar cabeza y promoviendo iniciativas desafortunadas cuando no inoportunas, y sobre todo, con los separatistas envalentonados.
En esas se estaba cuando el miércoles Gobierno y juez de turno dieron el paso que buena parte de la opinión pública reclamaba y desbarataron, cada cual en su ámbito de actuación, el aparato logístico del referéndum. Tan es así que hasta el propio Oriol Junqueras lo ha reconocido: “Las condiciones de la consulta han cambiado”. “Rajoy se ha cargado el referéndum”, admiten en altos despachos del PdeCat (la antigua Convergencia). “La consulta ha quedado herida de muerte”, concluyen otros.
No obstante, digan lo que digan los sediciosos, lo cierto es que no ha habido suspensión de las instituciones autonómicas. Presidente y consejeros mantienen sus funciones. Pero están avisados: la próxima contundente acción del Gobierno central –y del Estado, en definitiva– puede ir contra ellos. “Están a tiempo –les ha advertido Rajoy– le evitar males mayores”.
¿Qué pasará de aquí al domingo que viene? Ni los mejores conocedores de situaciones como la presente se manifiestan hoy por hoy capaces de predecirlo. El abanico de escenarios es muy amplio. Pero los envalentonados –me parece– ya no serán ni tantos ni tanto.

¿Qué pasará el domingo?

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