Bajar al ruedo

La llamada Declaración de Granada es un corto documento aprobado va a hacer ahora cuatro años por el Consejo territorial del PSOE, que el partido ha venido presentando como el marco de referencia para el nuevo pacto que “la España de todos” necesitaba. La resolución subsiguiente fue un canto al federalismo, aunque sin pormenorizar mucho y, sobre todo, sin explicar qué aportaría a mayores tal sistema a la actual configuración autonómica. Porque, como tantas veces se ha dicho, España es ya una federación en todo menos en el nombre.
Dos años más tarde (2015) el Partido Socialista elaboró una propuesta de reforma constitucional para, entre otros objetivos, actualizar, cerrar y relegitimar el modelo territorial que la carta magna había dejado prácticamente en blanco. Por medio anda también la menos conocida Declaración de Zaragoza, donde se vuelve a la carga de la transformación de la España autonómica en la España federal. Por papeles y documentos que no quede.
Así las cosas, la definición de España como “nación de naciones con soberanía única” introducida en el congreso socialista del pasado fin de semana ha echado por tierra toda la doctrina anterior al respecto. Por no figurar, no lo hacía ni en las bases políticas para la ponencia marco preparatoria del cónclave.
Marearon unos días la perdiz con eso de la “nación cultural”. Pero aquel globo sonda pinchó en horas veinticuatro. En el discurso de clausura del congreso, el nuevo secretario general del partido ya habló sin medias tintas de la “identidad nacional” de Cataluña. Y ya se sabe: nación llama a soberanía. Todo un galimatías: plurinacionalidad monosoberana federalizante. Ya me dirán qué pluralidad puede proclamarse unidad, qué unidad puede reconocerse pluralidad y qué pluralidad cabe en el uniformador federalismo.
Se queja el Gobierno de la ambigüedad del Partido Socialista sobre la unidad de España. Creo, no obstante, que el nuevo secretario general y el cinturón de hierro de que se ha rodeado lo tienen claro. Están entregados al socialismo nacionalista catalán del que tanto apoyo ha recibido. Hasta veinticinco referencias hizo Sánchez a Cataluña y el catalanismo –este cabía todo en un mismo saco– en el discurso de fin del congreso. Visto lo visto, la solución menos mala para ellos habría de pasar, pues, por una vuelta al estatuto de autonomía en la versión que, antes de la poda del texto por el Constitucional, Zapatero negoció en su día. Y eso, para empezar a hablar sobre otros horizontes.
Ha llegado la hora, sin embargo, de que los partidos –todos– empiecen a concretar qué entienden por lo que se llama encaje de aquella comunidad en el resto de España. A estas alturas, conformarse con la unanimidad en contra del referéndum independentista programado, queda viejo y corto. He de confesar que personalmente tendría especial curiosidad por la posición de Ciudadanos. Porque alguna vez el mesías Rivera tendrá que bajar al ruedo.

Bajar al ruedo

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