Un mundo de bulos

Según el diccionario de la Real Academia Española, un bulo es una noticia falsa propalada con algún fin. Pues bien, después de haber tomado estos últimos años por un juego simpático la difusión púbica de cualquier mentira en las redes sociales, ahora asoma una prevención global por sus consecuencias, especialmente, en el ámbito político al afectar a la libertad individual y colectiva de los ciudadanos.
Las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016 fueron un punto de inflexión en el tratamiento de posible información falsa difundida gracias a las nuevas tecnologías. Recordemos que la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos, fruto de sus investigaciones, concluyó en su informe que hubo interferencia rusa en los comicios, hackeando al Comité Nacional Demócrata y que Putin decidió intervenir en la campaña electoral para debilitar los procesos democráticos norteamericanos y perjudicar a la candidata demócrata, Hillary Clinton.
Posteriormente, supimos de inquietudes gubernamentales ante nuevos casos en Europa para influir en procesos electorales en el continente. Incluso, en nuestro país, el PP presentó una Proposición No de Ley para dotar al Estado de medios para combatir este fenómeno, asegurando su actuación en el falso referéndum del 1-O en Cataluña.
Las noticias falsas no son un fenómeno nuevo. Las ha habido a lo largo de la historia, especialmente, en épocas de guerra. Ahora, la diferencia es que las redes sociales las hacen virales en horas. Y hay muchos tipos, desde las más banales y divertidas, pasando por las que tratan de influir en el mundo de los negocios, hasta las que pretende socavar nuestro sistema democrático, las que más preocupan.
Asimismo, la Unesco se hace eco del trabajo que realiza la Red de Periodismo Ético para fortalecer los estándares deontológicos, el buen gobierno y la autorregulación a través de todas las plataformas de los medios de comunicación.  A su vez, la Unión Europea echó a andar un Grupo de Alto Nivel formado por más de 40 representantes de redes sociales, de medios de comunicación, del mundo periodístico y académico o de la sociedad civil, para abordar el problema.
Pero debemos estar alerta por las medidas que se tomen. Así, exigir a las propias redes sociales que filtren las noticias, permite que gigantes como Facebook o Alphabet, la matriz de Google, controlen sin supervisión la información que se divulga a través de sus plataformas. No es fácil logra un equilibrio entre el control de la difusión de falsedades y la garantía de la libertad de opinión, pero hay que esforzarse para alcanzarlo.
ramonveloso@ramonveloso.com
 

Un mundo de bulos

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