No le demos vueltas

El escándalo por abusos sexuales del productor Harvey Weinstein destapó un vendaval de casos de actrices vejadas, acosadas, e incluso violadas en el mundo del espectáculo, cobrando una dimensión internacional a través de las redes sociales con el hashtag #MeToo, promocionado por Alyssa Milano, para animar a publicar su caso a todas las que lo sufrieron. A su vez, hace escasas semanas, se lanzó la campaña “Time’s up”, “el tiempo se acabó” por su traducción al castellano, para extender las denuncias más allá de la industria del espectáculo norteamericano y creó un fondo para el apoyo y la defensa legal de las víctimas, que ya supera los 13 millones de dólares en recaudación.
A contracorriente, el diario Le Monde publicó un manifiesto de destacadas intelectuales francesas, entre ellas, Catherine Deneuve y Catherine Millet, contra el movimiento #MeToo, que si bien denuncian los crímenes por violación, el abuso de poder de algunos hombres en los lugares de trabajo o el simple machismo, hacen gala de una equívoca comprensión para los maltratadores. No es nada nuevo. Me viene a la memoria el tiempo en que se aprobó la ley contra la violencia de género, hace ya más de trece años. Antes de ella, se la consideraba como un crimen pasional y quedaba circunscrita al ámbito familiar. Incluso, otrora destacada mujer del feminismo, como Cristina Alberdi, tachaba a la norma de equivocada por aplicar la discriminación positiva en favor de la mujer dentro del código penal. También hoy, Podemos se opuso al reciente Pacto contra la Violencia de Género tachándolo de insuficiente. Pero estos obvian que al tomar cuerpo de ley ese problema social, hasta aquella agazapado, muchos tomamos conciencia de su dimensión una vez salió a la luz con toda su crudeza.
Efectivamente, desde finales de los 90 se multiplican las instituciones en protección de la mujer maltratada y de sus hijos, víctimas colaterales. Observatorios de la violencia de género, el Sistema de seguimiento integral en los casos de Violencia de Género, casas de acogida, alejamiento de maltratadores, ayudas para inserción laboral o programas de sensibilización y concienciación son evidencias de la preocupación y abordaje de la cuestión. Mucho se lleva hecho y mucho queda por hacer. Es más, deberíamos estar ahora más preocupados por el repunte de este tipo de violencia entre los más jóvenes, especialmente por al uso de las  nuevas tecnologías con el acoso en las redes sociales.
No le demos vueltas. La violencia de género existe y si queremos erradicar algo tan impregnado en la cultura de la sociedad, flaco favor hacen los que tratan de enredarnos en los pequeños detalles y aristas de un problema de semejante envergadura. 
ramonveloso@ramonveloso.com
 

No le demos vueltas

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