¡Ay, Gibraltar!

No faltaba otra cosa sino ver que el efecto inmediato del Brexit sea una suerte de fanfarronadas patrioteras de algunos inconscientes, como si no tuviéramos bastante con gestionar la salida del Reino Unido de la Unión Europea y sus consecuencias políticas, económicas y sociales.
A finales de los sesenta, eran habituales las pintadas con la imagen de Franco y el lema “Gibraltar español”, como respuesta al referéndum de 1967 organizado por los británicos en contestación a las  resoluciones de descolonización  de la ONU, optando los llanitos, mayoritariamente, por permanecer bajo soberanía del Reino Unido y la posterior transformación en un territorio británico de ultramar. En 1969, la dictadura franquista cerró la frontera con el Peñón que provocó su aislamiento de la península y la pérdida de miles de puestos de trabajo en el Campo de Gibraltar. No se abrió la verja hasta 1982 y no se completó la normalización de relaciones hasta 2009.
Deberíamos estar preocupados por los 800.000 británicos residentes en España, los más de 100.000 paisanos que viven en las Islas Británicas y los 7.000 trabajadores españoles en el Peñón. Por eso, aquellos anacrónicos exabruptos deben cesar para dar paso a que los gobiernos británico y español se tomen en serio la realidad de división europea y comprendan que todos los esfuerzos deben ir encaminados a recuperar la unión política del continente, única solución para garantizar paz y prosperidad
A su vez, los gibraltareños tienen la oportunidad de meditar si quieren continuar como un territorio británico de ultramar, que conlleva ser súbditos de la Corona Británica con un gobernador que la representa, similar a un virrey, sin representación en el Parlamento del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, o quieren ser ciudadanos de pleno derecho de las Islas Británicas, de España o independientes. Ya sé que esta decisión requiere decidir si pretenden, o no, que su economía siga centrada en un cuasi paraíso fiscal, el juego, la opacidad financiera y la contaminación provocada por el suministro a buques.
 

¡Ay, Gibraltar!

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