Aquellos carnavales de Ferrol

no vamos enredarnos en disquisiciones acerca de si el Entroido o Antroido gallego, que de ambas formas se le nombra, es el mas antiguo de la cultura europea o no. No vamos a enzarzarnos en cual de las distintas localidades gallegas se conservan las más puras esencias para celebrar el corto reinado del rey Momo. Lo cierto es que con estas fiestas, de origen pagano, se celebra el fin de la estación invernal y se da la bienvenida a la florida primavera. Es un canto a la vida y a su perenne renovación. Con la implantación del Cristianismo en nuestra cultura, el Carnaval devino, con una extraña mezcla de elementos, en tránsito hacia la Cuaresma, la época religiosa donde se prohíbe comer carne y comienza la oración y el sacrificio como preparación ante la Semana Santa. De ahí que durante el Entroido apuremos nuestras ansias de ponernos “morados” de los copiosos cocidos, con variadas clases de viandas, el lacón con grelos, la cachola, las filloas, las orejas, etc.
Por otra parte, y así fue desde épocas pretéritas, las fiestas del Entroido se convirtieron en la sacralización de la sátira, la crítica social, los ataques incruentos a los políticos, a las instituciones gubernamentales, a la jerarquía eclesiástica, a los jefes militares, etc. De ahí los disfraces, muy variopintos, que incluyen a los obispos, curas, monjas, generales, etc. Es cierto que en Galicia no existen la tradición de las comparsas musicales, como en el sur de España, pero si los grupos de personas con disfraces similares, y sobre todo, las llamadas Mascaritas, con disfraces caseros, con ropajes viejos y caretas de cartón, muchas veces manufacturadas e improvisadas. Este es el origen de una frase que, durante mis años de infancia en Ferrol, oía decir a mi madre cuando yo, o mis hermanos, nos vestíamos apresuradamente, con la ropa mal ajustada o arrugada: “Vas hecho un Antroido”. Haré un somero análisis de lo que eran los Carnavales ferrolanos durante las décadas de los “cincuenta” y “sesenta” del pasado siglo, en que imperaba el mas acrisolado “Nacional-Catolicismo”, político y religioso, impuesto por el régimen franquista. Los Carnavales, como tales, estaban proscritos. Nadie podía salir enmascarado y disfrazado por la calle, y menos en grupos, y no se realizaba sátira o critica alguna. Si que había fiestas de disfraces, infantiles o de adultos, localizadas en diversas sociedades recreativas o culturales, como el Casino, el Club de Tenis, el Círculo Mercantil e Industrial, etc. Como mucho, podía verse a gentes disfrazadas en las calles de localidades de Ferroltera, pero la celebración también se hacía en los locales de las sociedades similares a las citadas. Una anécdota significativa del ambiente carnavalesco de entonces en Ferrol, era que en los colegios religiosos, que abundaban, el Martes de Carnaval no era considerado festivo, y muchos alumnos, con permiso de los padres, acudíamos a los bailes de disfraces infantiles, y cantábamos: “Martes de Carnaval, “mica” general, Miércoles de Ceniza, preparaos para la paliza”. Pero la sangre no llegaba al río.

Aquellos carnavales de Ferrol

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