Ante el terror, sensatez

permitidme unas reflexiones acerca de la barbarie acaecida el pasado jueves en Barcelona, cuando el odio irracional “yihadista” arrancó catorce vidas y ocasionó más de 120 heridos, de diversas edades—niños  incluidos—, de varias nacionalidades, de credos políticos diversos, de religiones o creencias religiosas diferentes. El terrorismo nunca es escrupuloso con las víctimas, ya que trata de lograr el mayor daño posible. Es su fin principal. Crear miedo, terror, pánico entre la población civil y otras instituciones sociales.
Estoy seguro que si preguntamos a un creyente musulmán, normal y corriente, no radicalizado, si matar a inocentes en nombre de Alá es lícito y adecuado, contestaría con un rotundo no. Asimismo tengo por cierto que si la misma pregunta se hiciese a personas, de iguales características normales, de credo cristiano, judío u otras diferentes, también responderían con una negativa apasionada, que su Dios no ampararía el quitar la vida a inocentes. Puedo afirmar, sin equivocarme, que una importante facción de islamistas, de fuerte ideología radical, sí está dispuesta a ejecutar la “Guerra Santa”, y llevarla a cualquier parte para acabar con los “infieles”, sin que le tiemble el pulso.
Por parte de los Estados occidentales, también hay dirigentes políticos y militares que piensan que pueden derrotar a este terrorismo solo por la vía militar, ocasionando, asimismo, con sus acciones bélicas, víctimas colaterales, refugiados que vagan si esperanza de acogida, destrucciones masivas, etc. Que la “Yihad” existe, y que se desarrolla en diversos escenarios a lo largo y ancho de nuestro convulso mundo, es innegable. Los islamistas radicales nos han declarado la guerra y, evidentemente, hemos de defendernos, capturar o acabar con estos asesinos sin escrúpulos,  para terminar con esta lacra. Es verdad que están entre nosotros y utilizan, en su favor, los derechos democráticos de los que gozamos aquí.
Como militar que soy, ya retirado, he procurado siempre estudiar y formarme acerca de este tipo de guerra no regular, que no es fácil de ganar. Todo lo contrario, ya que nadie tiene la fórmula definitiva. Alguna vez, alguien me preguntó: ¿Pero tan difícil es acabar con el ISIS o el Daesh, que están actuando en terreno abierto, con un par de divisiones acorazadas, bombardeos aéreos masivos, etc.? Pues sí, es muy difícil una victoria definitiva. Se han puesto en marcha, con escaso éxito, diversas acciones militares, de corte clásico, que han logrado escaso éxito global. Y a las pruebas me remito. 
Yo no tengo la fórmula mágica para acabar con el terror que pretenden sembrar estos desalmados. Pero sí me atrevo a apuntar algunas actitudes a seguir, sobre todo por parte de los ciudadanos. Conservemos la calma, no nos dejemos llevar por el miedo, sigamos con nuestras actividades cotidianas y, sobre todo, no caigamos en la xenofobia, el racismo o la descalificación global, como viene sucediendo en estos últimos días.
Dejemos trabajar a las Fuerzas de Seguridad del Estado y a los Servicios de Inteligencia, que actúan eficazmente sin necesidad de que haya que solicitarlo. No mezclemos churras con merinas, lo que es aplicable tanto a políticos como a ciudadanos de a pie. En una palabra: Sensatez.
 

Ante el terror, sensatez

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