Un verano de contrastes

Chaqueta o bermudas? Uno ya no sabe que ponerse este verano. Tras una semana batiendo las máximas temperaturas, llega otra en la que los termómetros se desploman hasta 10 grados. 
Ahora se ha activado de nuevo la alerta naranja por altas temperaturas en Ourense y Lugo. 
Una auténtica montaña rusa climática que muchos científicos no dudan en relacionar con el calentamiento global.
Aquí es donde muchos pueden acabar un tanto confusos. Si en verdad el planeta se está calentando más ¿por qué se producen entonces estas olas de frío en pleno agosto? 
En la sobremesa de una churrascada, el cuñado de turno no dudará en atacar con este argumento cargado de sentido común a aquellos que tratan de alertar sobre el progresivo aumento de las temperaturas y sus nocivos efectos.
El clima es un asunto complejo en el que múltiples piezas se relacionan de una forma a veces enigmática. 
La respuesta a la alternancia de temperaturas de estas semanas la encontramos en las capas altas de la atmósfera. Allí existe una corriente de aire conocida como chorro polar, que ejerce de frontera entre las masas de aire frío y caliente. Este chorro normalmente se sitúa en estas épocas del año por encima de las Islas Británicas y se mantiene bastante recto, pero este año se ha ondulado.
Al aumentar la temperatura en el Ártico, la diferencia entre las zonas tropical y polar disminuye, lo que hace que el chorro se debilite y su velocidad baje, motivando la aparición de estos meandros que nos han hecho sufrir alternativamente altas y bajas temperaturas. 
Es cierto que hay científicos que consideran que esto puede tener unas causas naturales y no está del todo claro la influencia del calentamiento global, siendo necesarias todavía más investigaciones para aclararlo.
Pero sobre lo que no hay dudas es que el pasado mes de julio fue el más caluroso en la superficie terrestre desde que se tiene un registro histórico, que comenzó en el 1880. 
La temperatura en los océanos fue la tercera más alta y combinadas estas, el pasado julio fue el segundo más caluroso del que se tiene constancia, solo superado por el de 2016. 
Mirando los datos en conjunto, nueve de los diez julios más calurosos en los últimos 183 años se han producido desde 2005. 
Las evidencias sobre el calentamiento global están a la vista, no querer verlas es un ejercicio de imprudencia que acabaremos pagando muy caro.
 

Un verano de contrastes

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