A vueltas con las vacunas

Uno de los grandes avances para la medicina fue el desarrollo de las vacunas. Su importancia en la reducción de las tasas de mortalidad, sobre todo en la infancia, ha sido vital. Pero en los últimos años han sido puestas en tela de juicio. 
Los hay que ponen en duda su efectividad, su seguridad o incluso su conveniencia. El peso de la opinión de los grupos contrarios a las vacunas es cada vez más notorio.
Y las consecuencias no se han hecho esperar. Una enfermedad prácticamente erradicada ha resurgido con fuerza: el sarampión. Las cifras no admiten debate al respecto. 
Desde el año 2008 se han dado más de 24.000 casos en nuestro vecino país de Francia, que ha visto como hasta diez menores fallecían en la última década. No es el único ejemplo. En Italia ya hay más de tres mil casos, un millar en Alemania y casi quinientos en el Reino Unido.
¿Qué es lo que motiva el repunte de una enfermedad que se creía controlada? La respuesta es simple: la bajada en las tasas de vacunación. En Francia solo un 76% de los niños están vacunados contra el sarampión. 
Desde la OMS se aconseja que para que el efecto paraguas sea eficaz, la cobertura debe alcanzar el 95%, teniendo en cuenta la facilidad de contagio de esta enfermedad.
Ante esta situación, muchos son los que abogan por imponer una vacunación obligatoria. Francia ya se ha puesto manos a la obra y en Italia, a partir de septiembre, los padres que no vacunen a sus hijos pueden enfrentarse con multas que lleguen a los 7.500 euros. Sin embargo esta puede que no sea una decisión acertada.
La imposición solo servirá para radicalizar la postura de aquellos que se muestran contrarios a su administración, creando supuestos mártires en la lucha contra la administración y el poder opresor de la industria farmacéutica. 
Muchos son los que coinciden en que la solución pasa por no criminalizar estas conductas e intentar convencer mediante pedagogía que las vacunas no son nuestras enemigas.
No es una tarea sencilla, cuando no se ve claro el beneficio que supone su administración cuando se está sano y la protección frente a una enfermedad a la que se le ha perdido el miedo. 
Porque uno de los problemas con los que se enfrentan las vacunas es que se ha reducido la percepción de riesgo, lo cual no quiere decir que no exista. Aunque nosotros nos hayamos olvidado de ellas, las enfermedades todavía se acuerdan de nosotros.
 

A vueltas con las vacunas

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