Con la cabeza debajo del ala

La talentosa firma implanta su último I+D+i: ya no hace falta quitar el chisme antirrobo de sus artículos. Una simple modificación en el software permite desactivar el sensor para que no suene la alarma al traspasar la línea de caja sin haberlo eliminado previamente. Total: antes, una persona quitaba el chisme mientras otra cobraba o lo hacía todo una sola, con la consiguiente formación de la gran cola los días de más apuro para enfado de empleados y sindicato –que pedirían refuerzos de plantilla y de clientes; ahora, tres mil empleados... “a la puta calle”–que decía uno de sus directivos-.
No es el único ejemplo que pone al descubierto que caminamos inexorablemente hacia un modelo de sociedad en el que no habrá empleo para todos, por mucho que gobernantes digan y políticos, agentes sociales y francotiradores reclamen, posicionados de espalda a esa realidad bien por falta de interés, bien por falta de masa gris.
Es como la cantinela ya de larga duración –36 años hace que empezó– relativa al Ferrol decadente a lo que, además de la actitud ciudadana respecto de sí misma como tal y de la propia de los representantes públicos por ella elegidos, ya no es ajeno este futuro incierto pero altamente robotizado. Pues por analogía o por extensión, aplíquese la cita que dicen que dijo Gandhi: “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados”. Por tanto, en tiempos tan mudados y aún por cambiar, vivir instalados en recuerdos, en evocaciones de emporios que fueron y ya no serán, impide confiar y crear realidades en las que desarrollar el presente.
En ese contexto de futuro incierto, ajeno a las preocupaciones, prioridades ¿e incluso a las entendederas? de la clase dirigente, ésta permanece inmutable: la duplicidad de la Administración continúa intacta; los chiringuitos financieros siguen existiendo para enchufados y las falcatruadas cometidas en beneficio propio no disminuyen ni con la entrada de C’s en la escena con sus 150 medidas antitrust –en sentido figurado–. 
Al acuerdo del “PP-PSOE” para evitar que “el amigo Ansar” acudiese a la Comisión Anticorrupción del Congreso se sumó sorprendentemente Albert Rivera, pringándose gratuitamente, sin explicar por qué lo hizo, perdiendo el marchamo de regenerador con el que se presentaba pues no hay “cambio tranquilo” que valga en el que creer después de semejante fazaña, contribuyendo a acrecentar ante el asqueroso espectáculo de saqueo continuado y abominable posterior autoprotección mutua, el hartazgo de una ciudadanía a la que se le ha venido exigiendo mesura a la par que se le iba sustrayendo el pan y la sal afeándosele, encima, su opción de preferir fiarse más del llamado populismo, del signo que sea, que le asegure poner fin a esta orgía de los golfos. 
Aún se extrañarán, sin admitirlo, que sea su ceguera interesada, sus oídos sordos ante lo evidente, –la indignación, por ejemplo, de quién no tiene acceso a prestaciones sociales porque los beneficiarios principales son ahora inmigrantes, contribuyendo a aumentar tensiones sociales y sentimientos xenófobos-, lo que explica el triunfo del Tío Trump, cuyos votantes no pertenecen al lumpen precisamente, falacia con la que aquí se pretende ningunear a Podemos– “la izquierda que no se ducha”, qué barbaridad–, sino la que fue extensa clase media, acomodada, venida a menos por su culpa; la que paga impuestos a cambio de trabajo precario, bajo salario, pérdida de derechos y soporta la degradación de las políticas públicas sufriendo una brutal competencia desigual.
Se extendió la opinión de que a la larga, la democracia acarreó deterioro de la familia, incremento de la delincuencia, menoscabo de la seguridad personal y colectiva, multiplicación e impunidad de los delincuentes de cuello blanco,… ¿Quién se beneficia de que sea esta y no otra la situación? Blanco y en botella. Entonces, ¡cómo no iba a ganar el Tío Trump en USA! La coyuntura allá es similar.
Un lastimoso ex ministro Margallo le decía el domingo pasado a Ana Pastor en “El Objetivo” a propósito del triunfo de Trump, que “no lo hemos visto y teníamos que haberlo previsto”. Claro; si es que nuestros dirigentes, a su bola, la cabeza debajo del ala, amparados en unos medios de información que hoy no hacen de la imparcialidad su leitmotiv, ni se quieren enterar de que ¡el 50% de ellos mismos, los políticos, también sobra! Si hasta fue un robot programado quién le propagó la campaña en las redes a Trump.

Con la cabeza debajo del ala

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