La posverdad

Vivimos momentos de perplejidad colectiva, tiempos en los que la violencia ha llegado a extremos inconcebibles, conductas que resulta difícil explicar. Insultos en las redes sociales, manifestaciones de odio indisimuladas de tipo político, racial o por orientación sexual, violaciones en grupo acompañadas de humillaciones posteriores a las víctimas, homicidios por móviles políticos, etc. Y parece que para los autores de tales aberraciones queda difuminada su maldad desde el momento en que esos delitos se divulgan en redes sociales, twitter, whatsapp o Facebook, porque entonces se convierten en cuasi espectáculos de ficción, como si no fueran hechos reales, como si estuvieran destinados al entretenimiento colectivo, y lo peor es que hay público para consumir esas atrocidades que ríen, jalean y participan de ellas. Es la inaceptable posverdad, que pretende convertir crímenes abyectos en simple producto de consumo audiovisual, como si una vez en el escenario público, los delitos dejaran de serlo. El grado de perversión alcanzado exige una reacción legal inmediata a los partícipes de toda divulgación pública del delito.

La posverdad

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