El “nacionalsedentarismo”

Nace a mitad del siglo pasado, al calor del proceso impulsado por Naciones Unidas en el afán de poner fin al colonialismo, especialmente, Europeo. En atención al capricho de esas naciones que ya no encuentran rentable el saqueo, bien por haberse agotado los recursos que los llevaron hasta allí, o por antojársele insoportable a sus comodonas sociedades el tener que lidiar con la resistencia local.
La principal secuela del bienestar es siempre el sumo refinamiento del egoísmo, lo que da lugar no a un resurgimiento sino a una variante del viejo nacionalismo. Y es que este nunca se dejó, en la medida en que esas naciones no se abrieron para perder identidad sino para imponerla y así dominar mejor aquellos territorios que depredaban, en el nombre, eso sí, de la civilización en cualquiera de sus variantes: ideológica, teológica... Esa era la pantalla que velaba cuando no cubría, el fondo de esa gesta, que no era otro que el de conseguir recursos naturales, hombres incluidos, para satisfacer, sin apenas coste, sus necesidades.
Una vez cesa el movimiento expansivo, solo queda sentarse a disfrutar el botín, para ello urge cerrar puertas y ventanas, las mismas que  abrieron. Desarrollándose en el seno de estas sociedades una conciencia de espectador, ese que desde su butaca visualiza suficiente y horrorizado la película del mundo exterior, feliz de contar con una conciencia a flor de la indiferencia y un despiadado acomodador. 

El “nacionalsedentarismo”

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