Luz y sombra

El río cuenta mirlos para dormir y garzas para soñar. Tiempo tendrán las ranas de despertarlo con su croar. El río hace además otras cosas con las manos de su manantial, y con la cara de ir y venir de la bondad al mal. Son sombras de fresca sombra sobre la estampa azul del cielo y luces sin sombra en la monótona claridad de la niebla.
El río se nombra y habla con el río, y además, nombra y habla con aquellos que sin ser río son parte de su luz y su sombra. Lo hace sin orgullo en la presunción de ser camino, parada y fonda de su fauna y su flora.
El río toma da la eternidad lo efímero.Luego viene el infinito y lo tienta, pero él no quiere ser infinito, porque ser infinito es, y lo sabe, convertirse en insoportable. Lo eterno es sobrio y leve en lo rotundo de su presencia, lo infinito es por el contrario arrogante y pesado allí donde es y también allí donde no le cabe ser.
Dicen los poetas que los hombres somos ríos que vamos a las mujeres que son el mar. Los poetas no mienten, ellas son las señoras de las mareas y las luces y sombras en nuestra faena alrededor de su faenar.
No somos guerreros en reposo, somos esposos en son de guerra y ellas la guerra y la paz, pero no por y para nosotros, sino para seguir siendo esos ríos que si van al mar, esos, que si son el mar.
¿Y nosotros, qué somos nosotros? Ríos sin esperanza de mar, ríos que se flagelan pensando que al final el amor es la enfermedad de amar, y el mar la de navegar.

Luz y sombra

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