Laborar

Mañana lunes amanecerá como cualquier otro día; un espacio y un tiempo por el que transitará una multitud de rostros borrados por un puñado de groseras máscaras, las de esos hombres que tienen por oficio la política, que no la gobernanza, y que lejos de hacer de ella “el arte de lo imposible”, van camino de convertirnos, gracias al uso torticero, personalista y partidista que de ella hacen, en imposibles.

Serán estas caras sin profundidad ética las que encuentren voz y eco en noticiarios y periódicos, las que adquieran relevancia.

Estarán en todo, como si todo lo que ese día y en los anteriores y posteriores necesitan para hacer viable el normal funcionamiento de nuestras vidas y las de nuestras ciudades y pueblos, saliese de sus manos y gracias ellas fuesen posibles.

Pero no lo es, ellos son la mentira que tortura la verdad que ordena lo cotidiano y también extraordinario que es dinamizar y hacer que funcionen con precisión los mecanismo que hacen posible la vida en sociedad. Y quienes obran ese milagro y a quienes se daña e ignora es a esos seres sin rostro, que se levantan anónimos de su descanso, dispuestos a volver a fatigarse en la tarea de sus vidas, sin otro premio que el del orgullo del trabajo bien hecho.

Allí donde estos hombres laboran no caben las fronteras, ni las naciones, ni las identidades; el trasiego de sus manos y fines, no admite la demagogia que caben en esas perversas abstracciones.

Laborar

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