2017

Estrenamos año, decimos, pero no alcanzamos sino a marcarlo, como res, para un fin administrativo. Al trocear el espacio nuestra vida concebida como lo que es, una sucesión limitada de impulsos biológicos, no sufre merma ni interrupción. Sin embargo, nuestro ser social, no soporta continuos, por eso hemos de cuartearlo para así poder narrarlo y archivarlo en la memoria.
El tiempo es el elemento agrimensor con el que dividimos el espacio en parcelas compatibles con nuestra limitada capacidad de estar. Entenderlo o explicarlo es imposible, y es que no soporta ni materia ni espíritu, es pura ingeniería cuántica, es decir, poesía cósmica que se arrastra por la tierra con aires de certeza cuasi divina, cuando no es sino ese instrumento de orientación social que nos ubica en un punto del espacio a través de la elemental sincronización con otro individuo o accidente geográfico. De tal manera que se nos pueda localizar y nosotros podamos localizar a otros no cuando el azar lo disponga, sino cuando lo dispongamos nosotros, salvando, claro está, las distancias.
Ya sé que el tiempo es descrito por la ciencia, pero qué es la ciencia sino esa herramienta de ubicación que nos permite entender los arcanos de lo infinito arqueándonos hasta conseguir explicárnoslo y explicarnos en él. Pero no nos equivoquemos, una cosa es la burocracia de los días y otra la gobernanza de lo eterno.

2017

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