Oubiña

se ve que el tiempo que ha pasado en la cárcel no solo le ha valido a Laureano Oubiña para resarcirse con la sociedad, según la Justicia, sino para establecer unas pautas y unos mecanismos en la mente que no le hacen pensar en el sufrimiento padecido por numerosas familias que han perdido a sus seres queridos por culpa de la droga. Confiesa que él solo era un simple transportista, primero de tabaco y después de hachís y que, por lo tanto, nada tiene que ver con la droga más dura que hizo millonarios a contemporáneos suyos, pero a él no, según dice, a costa de la salud de toda una generación. A nadie le pusieron una pistola en el pecho para consumir ningún tipo de droga, declaró. En fin, sus propias palabras definen al personaje. Ni siquiera las voy a valorar, son las opiniones de una persona que en su día ingresó en prisión por ser un narcotraficante. Un narco que una vez libre se jacta de que duerme perfectamente, lo que contrasta con la angustia y la pesadilla de cientos de madres.

Oubiña

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