Ardor guerrero

Todos sabíamos que el pretendido referéndum era ilegal. Un paso hacia el vacío, una provocación y que el Estado (el Gobierno) tenía los mecanismos necesarios y más para abortar tal desaguisado. Muchos intuíamos que el órdago de los independistas estaba respaldado por un importante número de catalanes y que era más que probable que tuvieran organizado el “show” de urnas y papeletas. Al parecer ni Rajoy, ni los que ejercen su delegación en Cataluña ni nuestra “Cía”, sabían nada.
Así pues hubo urnas y papeletas para un referéndum ilegal. Y de ahí en adelante, un dislate. Ardor guerrero. Palabras en llamas. Banderas en combate. Desde el “no pasarán” de los secesionistas hasta el “a por ellos”, del otro bando. Y en medio, la guerra mediática: por un lado, la radio y la televisión, más algunos periódicos de su órbita, que controla la Generalitat y, en la otra parte, los medios más ultramontanos de Madrid y sus filiales desde distintos puntos de la geografía, respondiendo con gasolina planteando un choque de nacionalismos.
A ese ardor guerrero se unen desde Rajoy “esta batalla la vamos a ganar”, pasando por Cifuentes, a la que no le gustan ni los Mossos ni la UCO (ya sabemos que en el PP de Madrid las investigaciones policiales gustan poco), hasta llegar a Rufián y sus colegas más agresivos. El referéndum se convirtió en un pucherazo y el balance de la jornada no pudo ser peor para la imagen del Gobierno y, por ende, para la marca España, tras la jornada del 1-O y el “ardor guerrero” en las cargas policiales.
Vino luego el discurso del rey –contó El Confidencial que había evaluado con Isla, Fainé y Alierta el impacto de la crisis (¿?)–, que fue recibido con división de opiniones. Por si no llegaba con la acción policial, el dictamen de los jueces y la regañina real, Guindos ofrece un sistema de financiación específico para Cataluña (paz por dinero, algo que ya funcionó con el PNV, recuerden los presupuestos) y, como tampoco funcionó, desde Moncloa usaron el comodín de la pasta gansa y da otro golpe a las arcas catalanas, aprobando una norma que permite a las firmas que quieran cambiar “de aires” marcharse a otros lares.
Y ¿ahora qué? Una semana después del 1-O, llegó el 8-O con banderas, guerra de cifras (un millón dicen unos, cuatrocientos mil otros), los Mossos son los malos y los insultos a Rajoy son para Puigdemont. La calle, de una u otra forme pide defender el Estado de Derecho con más diálogo y menos ardor guerrero.

Ardor guerrero

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