Por si acaso

Mira neno, dijo Manolo removiendo su café. Un día, un hombre me pidió un euro para comprar un bocadillo. Me dio lástima, pero en lugar del euro, que no sabía a dónde iría, le compré el bocadillo y una cerveza para  empujarlo. –Bueno, continuó; pues creo que a Amancio Ortega le pasó igual con los cacharros esos que regaló a la Sanidad Pública.
Paso que los pudo comprar a precio de saldo por ser tantos. Que a lo mejor no pensó donde iban a meter tanta metralla, ni si hacían falta o, si no habiendo quienes los manejaran, contratarían profesionales fijos que lo hicieran para descongestionar las listas de espera. Algo raro con tantos recortes en sanidad. Pero, a lo peor, pensó, que si donaba dinero, alguien –ve a saber en quien pensó– podría llevárselo crudo. Hay antecedentes por doquier, de cabrones que se dedican a hacer juegos malabares con la pasta de los demás y, por si acaso, hizo como yo. No supe que decirle. Me bloqueé todito.
 

Por si acaso

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