La manipulación se agranda

Atentados como los de Barcelona y Cambrils, con tantas personas muertas y heridas, víctimas del terrorismo basado en una visión extremista del islam, tiene tal impacto en la sociedad que es lógico que desate tantas reacciones, a veces convergentes y otras divergentes. Es normal, ya que la gente es muy diversa, como la sociedad en su conjunto. Tal vez fue siempre así y la diferencia está en que ahora lo sabemos al instante, gracias a las redes sociales. El problema de que la gente reaccione de maneras divergentes no debería serlo en una sociedad que disfruta de la libertad de expresión, salvo que no aceptemos ese principio del lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense Noam Chomsky cuando nos recuerda que “si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgusten”.
Desde una sociedad democrática, institucionalizada, el problema de las opiniones discrepantes está en la manipulación que hacen las instituciones, que deben ser de todos y no de una parte. No debe pasar nada cuando una persona suelta algo procedente o improcedente en su Twitter, pero sí debería pasar algo cuando una persona utiliza su cargo público para manipular a la sociedad. ¿Y si lo hace un periodista, que no es solo una persona de la calle ni un cargo público, incluso si trabaja para un medio público? En ese caso se supone que hay unas reglas profesionales que deben cumplirse y unas responsabilidades editoriales de sus jefes y editores.
Durante años hubo infinidad de acusaciones a los medios públicos por manipulación, cuyos críticos se iban relevando según las etapas de alternancia en el Gobierno. Salvo en la segunda legislatura de Zapatero, gracias a un pacto PSOE-PP para RTVE, en España ha habido escasa sensibilidad por implantar las buenas prácticas de la BBC, pero ahora a este problema social se suma el uso que hacen no solo algunos medios públicos, sino también muchas instituciones públicas y ciertos partidos de las tácticas de manipulación y burda propaganda importadas de ambientes conservadores de EEUU, radicalizados, que a menudo son puras réplicas de las malas prácticas de los propagandistas del nazismo. Curiosamente, en España, lo que en EE UU se hace casi siempre a la derecha, muy extrema, puede suceder que se haga a derecha e izquierda.
El modelo, que algunos vinculan a la posverdad y palabras por el estiloa, está ligado al populismo y tiene un hilo conductor basado en la insinuación, la presuposición y el sobrentendido, la falta de contexto y la inversión de la relevancia: los detalles frente al fondo de las cosas, lo que da pie a la llamada poscensura, la inquisición popular que a veces domina las redes sociales. Dicho en otras palabras: en esta perversa manera de entender la comunicación, no hay nada más eficaz que un engaño basado en verdades, o envuelto sutilmente en ellas. La manipulación se agranda.

La manipulación se agranda

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