La hora de Mariano Rajoy

Ya se sabe con bastante detalle lo que quiere hacer Rajoy en Cataluña –en síntesis destituir a Puigdemont y al Govern y recortar las competencias del Parlament– y ahora queda por saber lo que se hará realmente, para lo cual no solo habrá que observar sus movimientos, sino también los de quienes abanderan la independencia de la comunidad autónoma catalana. Tal vez en dos tiempos: primero para saber qué pasa durante el proceso de intervención del Govern y de la tutela del Parlament por parte del Senado, y después para valorar el resultado de las elecciones autonómicas, el objetivo final de esta compleja operación política en la hora de Rajoy.

Son muchas las incógnitas y pocas las certezas. Ya lo dijo Aristóteles: “No es suficiente con imaginar un gobierno perfecto e ideal, pues lo que se necesita sobre todo es un gobierno practicable, que impulse medidas de sencilla y segura implementación”. Los estadistas pasan a la historia por saber ver las cosas a tiempo y por saber encauzarlas con inteligencia, rara vez por la fuerza. Lo demostraron Kohl en la unificación de Alemania, Suárez en el manejo de la Transición en España o Mandela en la democratización de Sudáfrica. También otros estadistas como Churchill, Lincoln, Roosevelt y, a menor escala, Mitterrand o Felipe González. Si bien cada uno tuvo su especialidad y en algún momento tuvo que elegir un camino, ninguno de ellos se la jugó en un órdago. Todos ellos son políticos asociados a largos procesos históricos, con mucha política de por medio.

En el caso del problema de Cataluña han estado en primera línea los jueces y los fiscales para frenar al secesionismo, pero apenas hubo turno para la política a pecho descubierto. Hay quienes ven en estas medidas de Rajoy un compromiso con hacer política, lo cual puede ser cierto en la medida en que finalmente da él la cara, pero lo hace con una herramienta de alto riesgo, partiendo de un relato de lo sucedido bastante coloquial, en el que, sin dejar de arrimar el ascua a su sardina, se olvidó al menos de dos cosas: de una mínima autocrítica y de valorar el controvertido papel histórico del PP en relación con Cataluña. Rajoy ha envuelto sus objetivos en papel de regalo –recuperar la legalidad para restituir la vigencia de la Constitución y del Estatuto, volver a la normalidad y recuperar la convivencia, continuar con la recuperación económica, hoy en peligro, y celebrar elecciones–, pero el camino trazado para ello no parece fácil. Le asiste la legalidad española, con la que en Cataluña no solo debe imponerse sino también saber convencer. Veremos.

La hora de Mariano Rajoy

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