Juan Carlos y Suárez

Los historiadores suelen precisar tiempo y guardar cierta distancia de los hechos que investigan para poder hacer su trabajo. Los políticos -máxime ahora con las redes sociales- intentan desempeñar sus empleos en tiempo real. Da la impresión de que en el equipo de estrategas que quieren rehabilitar la figura del rey Juan Carlos hay más políticos que historiadores.
Juan Carlos es una figura digna de ser estudiada por grandes historiadores, parece algo evidente, dado su papel en el franquismo, en la Transición española y en la democracia. Y los historiadores dirán. Salga bien o mal parado de su relación con Franco, la sucesión, el 23-F, los negocios familiares, etcétera, no pasará inadvertido.
Tampoco parece probable que la historia repare más en sus devaneos que en su obra política. Por tanto, Juan Carlos tiene trayectoria política suficiente para un reconocimiento social, puede que no solo en España, sino incluso en otros países.
Otra cosa distinta es que en este momento sea oportuno acometer esa operación política de rehabilitar su figura con el pretexto de que Juan Carlos cumple 80 años y de que en 2018 será el 40º aniversario de la Constitución y el rey Felipe VI cumplirá 50 años. En el fondo, quienes aceleran tanto una serie de homenajes que exigen más consenso y transparencia pueden estarle haciendo un flaco favor.
Hay un ejemplo que podría ser revelador: el expresidente Adolfo Suárez, que terminó su mandato hecho añicos, tras sufrir severos ataques de todo tipo a su Gobierno y a su partido -la desaparecida UCD-, es hoy una de las figuras más prestigiosas de la política contemporánea, que valora su audacia y su determinación en la Transición.
Pero esa idea tomó cuerpo con la perspectiva que da el paso del tiempo, porque si alguien hubiera organizado grandes homenajes a Suárez a los cuatro años de abandonar la Moncloa, se quedaría muy solo. Como lo estaba realmente entonces Adolfo Suárez y como lo está ahora mismo Juan Carlos. La vida es así.
No es lo mismo el caso de Suárez que el de Juan Carlos -ni por la duración de su mandato ni por su propio puesto-, pero su caso no deja de ser ilustrativo de que ciertas cosas requieren elegir bien el momento. Porque no se trata de apilar mensajes acartonados y edulcorados sobre un monarca jubilado, sino de aflorar -con luces y sombras- el vector resultante de una figura histórica en España.

Juan Carlos y Suárez

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