Tienen razón los pensionistas

Cuando los mayores salen a la calle a reivindicar una subida de sus pensiones igual al aumento del coste de la vida, tienen razón. Les avala el trabajo de muchos años con el que mantuvieron sus familias, cotizaron para pagar la jubilación de las generaciones anteriores y contribuyeron al crecimiento del país.
El problema de las pensiones es complejo. Sin entrar en detalles, con este modelo y tal como está la economía es imposible cuadrar las dos casillas contables: el gasto creciente por el envejecimiento de la población y mayor esperanza de vida, con los ingresos menguantes por la precariedad del mercado laboral que no aportan la recaudación necesaria. El sistema ha de pagar cada mes más pensiones y más altas, mientras las cotizaciones de los salarios que debían sostenerlas son bajas. 
La solución del problema cobra más complejidad porque partidos y políticos entraron en “celo electoral” y están llevando las pensiones al terreno electoralista, siempre embarrado, en lugar de sentarse en el marco del Pacto de Toledo asesorados por  expertos solventes.  
¿Cabe esperar que el debate parlamentario de los próximos días aporte alguna solución imaginativa y audaz para atender ahora las justas reivindicaciones de los pensionistas y elaborar un plan que sanee el modelo y garantice las pensiones del futuro? 
No esperen mucho de ese debate. De las propuestas escuchadas estos días, algunas insultantes, se puede concluir que todos tienen más afán por captar el voto de los jubilados que ideas para garantizar el futuro de las pensiones. Reparen también que nunca hablan de reducir partidas de gastos.  
No quiero hacer demagogia que, en palabras de Ortega, es una forma de degeneración intelectual. Pero al ver a los pensionistas reclamando una limosna es inevitable recordar los fondos de pensiones acumulados por muchos directivos de grandes empresas de todos los sectores con cifras escandalosas que alcanzan decenas de millones. Como son escandalosos -con el nivel salarial reinante- los contratos blindados que devienen en indemnizaciones multimillonarias para directivos que, en algún caso, arruinaron a la empresa.
Es verdad que el capitalismo se mueve en la legalidad. Pero recordando la parábola bíblica, en este momento es un agravio que los “ricos epulones” naden en tanta abundancia mientras el sistema niega a los “pobres lázaros” pensionistas las migajas del coste de la vida. Que solo alcanzan para “matar” el hambre unos días.  

Tienen razón los pensionistas

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