Instalados en la mentira

Neil Posman y Charles Weingartner afirman en un viejo libro que “uno de los principios de toda sociedad democrática es que cada hombre puede pensar y expresarse libremente sobre cualquier materia, incluso contra la idea misma de sociedad democrática”. En una democracia se puede cuestionar y pedir todo si se hace respetando las leyes que configura el Estado de Derecho.
Lo que no casa con la democracia son las mentiras continuadas, como las que se escuchan desde Cataluña dónde están quebrantando la legalidad “a la brava” los encargados de defenderla partiendo de la falsificación de la historia y de los datos económicos para justificar su alzamiento. En el colmo del paroxismo llaman golpistas a los que defienden la Constitución y cumplen la ley. Es la democracia al revés.
Todo se contagia. Hay partidos políticos de ámbito estatal y regional, algunos gallegos, que también manejan la mentira con maestría en defensa del independentismo catalán y de apoyo al referéndum ilegal. ¿Cómo se puede hablar de presos políticos en Cataluña y pasar por alto los presos políticos de Venezuela? ¿Cómo se puede decir que el Estado ha fracasado y está roto, viendo la normalidad que reina en las calles? ¿Cómo se puede afirmar que Cataluña vive en estado de excepción?
Los independentistas cambiaron el “España nos roba” por “el gobierno reprime y arrasa Cataluña o España nos asfixia”. En el pódium de la mentira está la presidenta del Parlament que desde una tribuna dijo que “el Gobierno español está actuando igual que la dictadura franquista…, 42 años después de la muerte del dictador tenemos que salir a la calle para defender los derechos civiles y libertades democráticas”. Aparte de romper la neutralidad que exige su cargo, ¿cómo puede esta señora cuestionar la calidad de la democracia española que le paga generosamente y le permite mentir con tanta desfachatez?
En Cataluña hay, además, otras escenas reprobables, como la persecución del disidente o la incitación al odio a todo lo que suene a España. Con todo, lo más abominable es la movilización de niños y adolescentes a los que adoctrinan e introducen en ese clima de agitación, violencia e intolerancia. Una verdadera calamidad impulsada por profesores y consentida por los padres.
Imposible saber lo que ocurrirá de aquí al domingo y después de ese día. Cataluña entró en la fase de calles exaltadas y redes sociales encendidas, una combinación explosiva que nada bueno permite predecir.

Instalados en la mentira

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