La rutina del pirómano

Me resulta muy difícil escribir sin que la rabia que padecí en la noche del domingo al lunes me haga juntar palabras con las que calificar, en términos totalmente incalificables, a esas personas que como única meta de respuesta en la vida tienen abrazar al fuego para destruir nuestras riquezas naturales, nuestros pulmones verdes, nuestros montes, sin pararse a pensar que  con sus acciones pirómanas y delictivas puedan causar mucho dolor, mucha desgracia, mucha soledad, mucha ruina económica,  además de la pérdida de vidas humanas.
 

¿Qué hacer en estos casos? Es la pregunta que me vengo repitiendo todos estos días mientras que la solidaridad de las mujeres y hombres de la calle, sobre todo los más jóvenes, y los profesionales de la lucha contra los fuegos se daban la mano en unas terribles horas en las que las llamas les envolvían como si la cadena pirómana se hubiera programado para que en momentos distintos y sin que se pudieran controlar saltasen en cerca de dos centenares de puntos.

Por desgracia no tengo respuestas para las preguntas que me he hecho. De todos modos, en letra impresa voy a dejar algunos pensamientos.

El tema de los incendios debe abrir un debate intenso en la sociedad y con los medios de comunicación como notarios de esa actualidad tan devastadora. La denuncia social, sobre todo la de vecindad, juega un papel decisivo para detener y poner a recaudo de la Justicia a los pirómanos.

Las tremendas consecuencias de la devastación del monte por el fuego debe llevarse a los niveles más bajos y a los más altos de los programas educativos.  

Se debe intensificar la inversión en medios materiales y que sean los más modernos del mercado para trabajar en las mejores condiciones. Y que estos medios sean utilizados por brigadas especializadas con mayor número de efectivos. Unas brigadas que deberían seguir ejerciendo su función preventiva durante el resto del año en trabajos de limpieza del monte.

Creo que se deben modificar aspectos penales contemplados en la Ley para que esta caiga con mayor fuerza sobre esas personas que solo conocen el diálogo del fuego.

Muchas son las especulaciones que se llevan hecho sobre los motivos por los que se queman los montes: La venta de la madera arrasada por las llamas, la recalificación de los terrenos quemados o la creación de nuevos pastizales, son las que suelen ir de boca en boca.

Y finalizo. Me molesta que los de siempre, los arribistas y políticos de medio pelo, quieran sacar rendimiento de un luctuosos y desgraciado suceso que nos tuvo atenazados a los gallegos muchas horas. La solidaridad se demuestra con acciones conjuntas, con propuestas encaminadas a hacer un frente que luche contra esta lacra de la sociedad. El pirómano es el culpable, no el político que ejerce su función de gobierno.

La rutina del pirómano

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