CIUDADANOS Y POLÍTICA

No corren buenos tiempos para la política ni para los partidos. La política está en estos tiempos bastante desprestigiada y, por ello, los partidos son considerados mayoritariamente como  instituciones que promueven o protegen la corrupción. Seguramente estas opiniones están mediatizadas por los escándalos con los que hemos de convivir en España. Claro que hay políticos honrados, que trabajan por la ciudadanía y por los intereses generales. Pero, insisto, la percepción general hoy es bastante unánime en este sentido.
Una de las causas de la corrupción reside en la forma de selección de los responsables públicos. Los diputados, por ejemplo. Son prácticamente designados por el dedo del líder de turno y a él, con el actual sistema de listas cerradas y bloqueadas,  deben vasallaje y sumisión. Normalmente, estos personajes una vez que ingresan a este colectivo, deben, si quieren permanecer, servir al líder en cuestiones realmente insospechadas y asombrosas. Es más importante para ellos, si quieren conservar la posición,  atender las consignas y mandatos del jefe del partido que las reivindicaciones de sus electores. Por eso no hay dependencias de las Cortes Generales en las circunscripciones para poder escuchar las necesidades colectivas de los ciudadanos. Se responde, pues, ante el presidente del partido, no ante quienes realmente los eligen para ir al Parlamento. Algunos diputados, una vez instalados en la Villa y Corte, se olvidan de donde vienen, pero no a dónde van. Eso lo tienen muy claro.
Se hace lo que sea. Se acepta sin rechistar una de las más abyectas instrucciones que escuchar se pueda: ver y callar. Obviamente, estos perfiles son utilizados, porque algunos precisan de personas que hagan el trabajo sucio, para  determinadas que se mueven en el proceloso mundo de la corrupción.
El pueblo está abriendo los ojos a la realidad. Se da cuenta perfectamente de cómo se manejan los asuntos de la comunidad. Empieza a sospechar sobre quienes se benefician realmente del sistema político. Se indigna cuándo en las actuales circunstancias de profunda crisis prende la insensibilidad en muchos representantes públicos hasta límites inconfesables. No entiende cómo se puede manejar con tanta frivolidad el dinero de todos. Y, lo que es más grave,  la capacidad de reacción de los dirigentes. Se da cuenta, ya lo creo, de que el sistema precisa de una gran transformación para que sea lo que debe ser: el gobierno del pueblo, no de unas minorías, para el pueblo, no para una élite, y por el pueblo, por los intereses generales, no por los intereses particulares. Hoy los ciudadanos, por más chivos expiatorias que se entreguen como trofeos para la causa democrática, ya saben lo que deben hacer en relación conla corrupción de estos años. Lo saben, han empezado a hacerlo y lo harán con todas sus consecuencias. El problema es que el equipo de sustitución no se sabe si es mejor o peor al actual.
 @jrodriguezarana

 

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