Constitucionales y separatistas

No hay mejor manera de afrontar la realidad que dejar pasar un tiempo para saber en lo que ha terminado el proceso catalán, que ha llevado a enquistar una situación de por sí complicada. El problema no se soluciona solo por la parte legal, requiere medidas políticas contundentes, incluida la reforma constitucional sobre la división territorial. Este es el momento oportuno para hacer un estudio en la que se incluya una nueva política electoral, porque no es posible que partidos minoritarios debido a un ardid de la ley saquen tantos diputados como otros que han obtenido mayor número de votos. El proceso catalán falló en toda regla debido a que no había tiempo material para reformar la ley electoral que fue hecha a medida de la antigua Convergencia, hoy desaparecida.
Los partidos constitucionales respetan las leyes y las formas; lo separatistas hacen caso omiso de su cumplimiento y juegan con los sentimientos de las personas a su antojo solo por permanecer en el poder largo tiempo. La casta catalana, o mejor dicho la burguesía que maneja los hilos de la política en aquella región que antes fue señorío, han sabido posicionarse y hacerse con las riendas del poder autonómico. Se lo han trabajado a conciencia con el beneplácito de los gobiernos centrales, que se han apoyado en los votos del catalanismo, pero al no ver mayor compensación de la que ya tenían, optaron por emprender un largo camino en su lucha particular por la independencia y fundar una república. De hecho, Puigdemont se considera su presidente.
Las cuestiones a solucionar son muchas y a cada cual más complicada. El Estado ha transferido demasiadas competencias a las autonomías y estas se han convertido en unos pequeños estados dentro del propio Estado español, por lo que va siendo hora de que se recuperen competencias para evitar problemas futuros. Poco a poco se irán sumando adeptos a los postulados secesionistas y muchas regiones europeas están ojo avizor para reclamar los mismos derechos siguiendo el patrón catalán.
Las elecciones de diciembre han supuesto un gran fracaso por la premura y porque los los partidos separatistas no deben concurrir con ánimo de ruptura a ninguna cita electoral. Las leyes son para ser cumplidas y acatadas, no para hacer galimatías de división social y política de los pueblos. Eso trae paro, miseria, desasosiego y sobre todo puede acabar con el modelo de convivencia que tanto trabajo costó a la sociedad asumir, cuando nadie daba nada por el cambio sin una transición violenta.
Los constitucionales han ganado la batalla de las urnas, pero la lucha sigue y los independentistas son muchos grupos bien arropados por los votos. La solución a este desafío será larga y no estará exenta de problemas de convivencia social y política. El Gobierno tiene que tomar al fin decisiones políticas, la Corte no puede por si sola solucionar un problema tan enquistado.

Constitucionales y separatistas

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