En tránsito... ¿hacia dónde?

Creo que usted podrá darme la razón si afirmo que estamos en tránsito hacia alguna parte. Nuestro sistema de partidos está por completar, nuestra organización territorial, por cerrar, nuestras instituciones, por perfeccionar, nuestra Constitución, por reformar, nuestra Administración, por cambiar. Y hay sectores privilegiados de la sociedad que están empezando a sentir que puede que no fuesen tan privilegiados.
Estamos inmersos en un proceso de revisión de muchas cosas que pervivieron en nuestro pasado inmediato, desde la corrupción  hasta el sistema de partidos, incluyendo los conceptos de derecha e izquierda. Y, claro, añádase a todo el espectáculo de Cataluña, que tan profunda influencia va a ejercer sobre la marcha política, económica y social de la nación, y me refiero a España, nación de naciones.
Escuchando, el domingo, a Pedro Sánchez hablar de plurinacionalidad fui consciente, de pronto, de lo abrupto, lo inevitable, de los cambios que vienen. No soy un forofo del sanchismo, pero que debemos admitir que los planteamientos lanzados por Sánchez resultan novedosos y seguramente provocadores: yo no me atrevería a contradecir que España es un país estructuralmente, culturalmente, hasta socialmente, plural y, por qué no, plurinacional. Siempre y cuando admitamos que la soberanía de la nación única (nación de naciones, ya digo) corresponde al conjunto de los españoles. Otros conceptos me parece que están empezando a quedar superados.
Cierto que Sánchez formuló insuficientemente tanto esta idea como la de una reforma constitucional; cierto que, desde que fue elegido en los comicios internos, el nuevo/viejo secretario general no se ha molestado en ofrecer una rueda de prensa. Pero lo que le hemos oído puede resultar fecundo... si sabe articularlo dentro de los límites constitucionales, y si puede convencer a los sectores más reacios al cambio de que algo hay que modificar si queremos que la unidad de la patria siga incólume. Diferente, pero incólume. Está por ver que su mente, instalada aún en el “no, no y no”, sea capaz de afrontar una verdadera mesa del cambio... que tiene que incluir hasta a quien no quiere cambiar, es decir, el PP.
Este proceso de tránsito, pilotado por un hombre, Rajoy, de sentido común y patriota, pero refractario a los cambios, desembocará en importantes novedades. Y estas novedades han de venir no del nuevo dirigente de un partido antiguo, ni de los emergentes, que no han –especialmente Podemos– encontrado aún un rumbo y ritmo adecuados. Ha de venir de todos ellos, impulsados –o, si no, expulsados– por una ciudadanía pasmada ante la velocidad de este tránsito, que parece actuar con autonomía, y al que nadie quiere poner motor ni volante, y eso es lo malo. Como las meigas, puede que el cambio no exista, pero haberlo, haylo. Y más valdría que nuestros representantes se aprestasen a afrontarlo uniendo esfuerzos. Que es exactamente lo contrario de lo que están haciendo.

 

En tránsito... ¿hacia dónde?

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