Tribuna equivocada

Michael Jordan, uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia, decía que el talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia gana campeonatos. La realidad es que esta máxima se puede trasladar a casi todos los ámbitos de la vida. 
Lo tenían casi todo y lo están dilapidando –si no lo remedian pronto– de una manera necia y poco inteligente. 
Nos referimos a Podemos. A lo mejor les traicionan los genes. No hay que olvidar que la historia de la izquierda española –solo hay que echarle una ojeada a los años treinta del pasado siglo– está llena de divisiones y desencuentros, incluso de episodios violentos. En realidad, el pasado gravita sobre todos los partidos, y no tan solo afecta a los de izquierdas; quizá se deba a que este país todavía no se ha reconciliado con él.
La crisis económica, social y política que comenzó hace ocho años,  que dicho sea de paso todavía no ha concluido –aunque algunos se esfuercen en afirmar lo contrario–,  favoreció la aparición de una nueva izquierda, una real, no la izquierda esperpéntica representada por los socialistas. 
Con un socialismo en retirada, consumiéndose en sus propias contradicciones, desprestigiado por los cuatro costados, decenas de miles de jóvenes apostaron por construir un nuevo proyecto político que pudiera representarlos. 
Y así apareció Podemos. Aunque algunos teóricos de la conspiración afirman que el partido de Pablo Iglesias fue un invento de los poderes fácticos, argumentando que dada la situación socio-política en la que se encontraba el país las élites decidieron sacarse un as de la manga para evitar males mayores. En todo caso, es un razonamiento poco creíble y demasiado cabalístico, que se mueve en el campo de la pura especulación. 
Es cierto que Podemos tuvo un comportamiento un tanto extraño cuando se posicionó en contra del “Brexit”, no hay que perder de vista que la actual UE trabaja en favor de las multinacionales y del “grupo” de Bruselas, pero de ahí a ser una “creación” de las élites existe un abismo.  
La realidad es que los de Iglesias subieron como la espuma en un corto período de tiempo, fue todo un acontecimiento. Pero los éxitos si no se saben gestionar con prudencia y sabiduría pueden durar poco, y los que dirigen el partido están demostrando poco tacto en esos cometidos. 
Los últimos episodios así lo atestiguan. Es posible que todavía no hayan perdido la oportunidad de afianzarse en el espacio socialdemócrata abandonado por los socialistas, pero como sigan así, aireando sus discrepancias “urbi et orbi”, se arriesgan a ceder una parte del terreno ganado.
Dudamos que los electores entiendan eso de “errejonistas” contra “pablistas”, en el mejor de los casos les parecerá algo valleinclanesco, rozando lo pueril. Así que, sus responsables  tendrán que hacer un gran esfuerzo de prestidigitación para difuminar el último capítulo. La discrepancia es legítima, incluso sana y recomendable en cualquier organización democrática, lo que no puede es convertirse en un vodevil mediático para “gloria” de algunas cadenas de televisión; la frecuente aparición en ciertos programas no ayuda a sus protagonistas, más bien acaba por dañar su imagen. Algunos espacios televisivos están convirtiendo la política de este país en una especie de “Gran Hermano”, lo cual contribuyen a que los políticos que les siguen el juego pierdan credibilidad; esta clase de tribunas no son recomendables.  
Hoy Podemos tiene más afiliados que el PSOE, lo cual es una buena señal para el futuro de la organización. Aunque también es posible que sus últimas escenificaciones tengan consecuencias. 
Los socialistas, que solo les falta que les administren la extremaunción, contemplan lo que le ocurre a su competidor con gran satisfacción, creen que si los de Iglesias se autodestruyen volverán a tener posibilidades. 
La lucha en Podemos, más que ideológica, tiene atisbos de ser por el poder; una conducta muy carpetovetónica. En este país el poder es como un virus que lo contagia todo, que lo destruye todo. Parece que nadie se salva. Ni siquiera los que dicen estar en contra de la “casta”.
 

Tribuna equivocada

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