Tensando la cuerda

Estamos siendo testigos de un tipo de diplomacia extraña, que está basada en el insulto, en la amenaza, incluso en el chantaje. De de un tiempo a esta parte se están perdiendo las formas; antes hasta las declaraciones de guerra seguían un protocolo.
Algunos gobiernos están actuando dentro de un marco que era impensable hace unos años atrás. Lo decimos por la trifulca diplomática que están teniendo los gobiernos de Alemania y Holanda con Turquía El problema es serio. Las autoridades holandesas no permitieron a la ministra de Familia turca, Fatma Betul Sayan, acceder al consulado de su país en Rotterdam, ni al ministro de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, participar en un mitin programado con la diáspora turca de aquellos lares; incluso prohibieron el aterrizaje de su avión.
No es muy corriente que los gobiernos tomen semejantes medidas, al menos tan drásticas, puesto que van en contra del espíritu –y también de la letra–  que debe regir en la diplomacia. A raíz de este embolado el presidente turco, Racep Tayyp Erdorgan, acusó a esos gobiernos de comportarse como los nazis. Puede que la sangre no llegue al río y se enfríe todo. No hay que olvidar que el otomano, a pesar del histrionismo al que nos tiene acostumbrados, acostumbra dar marcha atrás.
En todo caso, este presidente es como una piedra en el zapato de Merkel y de otros políticos europeos. Lo de Europa es curioso. Cuando este señor se comportaba como un vasallo obediente todo estaba bien con él, pero desde que decidió emanciparse lo acusan de todo. Ahora dicen que es un dictador, que cercena la libertad de expresión, que escenificó un autogolpe de Estado, etcétera, en suma, hoy es la oveja negra de la UE y la intranquilidad de la OTAN. Como decía aquel sereno en la zarzuela “La verbena de la paloma”: ¡buena está la política!. Aquí también, ¡buena está Europa!
Sobre el conato golpista en Turquía corrieron ríos de tinta. Unos dijeron que fue propiciado por el mismo Erdorgan, para acabar con sus enemigos en las filas del ejército; otros que fue real, pero que los servicios secretos rusos en Siria interceptaron las comunicaciones de los militares y se lo comunicaron de inmediato a los allegados del presidente. En este punto hay que subrayar un pequeño detalle. Los militares cuando llegaran al hotel en el mar de Mármara, donde se hospedaba el mandatario y su familia, éste lo había abandonado justo unas horas antes. ¿Casualidad? Nunca lo sabremos. En todo caso, hubo todo un abanico de especulaciones en torno a este asunto.
Con independencia de lo que digan los medios occidentales, que no se caracterizan precisamente por su objetivismo en la información, la realidad es que Turquía lleva esperando muchos años para entrar en el desdibujado club europeo. En Bruselas siempre le ponen trabas, excusas, nada que haga es suficiente, el ninguneo político es más que obvio, por tanto, parece que la paciencia de su presidente se está agotando. Aunque hay que reconocer que su conducta es un tanto errática, lo ha demostrado en varias ocasiones, no quiere decir que en este asunto no tenga razón. Su acercamiento a Moscú, además de primar una cuestión económica, prueba que su enfado es grande. Hay quién incluso especula que la orden de derribar el Su-24 ruso en Siria no vino de él, sino de la facción atlantista de su ejército con el propósito de truncar ese acercamiento. Y, ciertamente, a raíz de aquel grave incidente las relaciones entre Ankara y Moscú se volvieron muy tensas. Hasta que Erdorgan le envió una carta a Putin, solicitándole disculpas y viajando más tarde a Rusia. 
La aptitud que están mostrando algunos países europeos hacia Turquía parece que tiene más que ver con el acercamiento de ese país a Moscú que con los derechos humanos. ¿Desde cuándo Europa les exige a los amigos que los respeten?  ¿Acaso lo hace con la monarquía medieval de Riad?
La realidad es que el presidente turco está cambiando de amistades, de ahí el gran berrinche de sus antiguos “amigos”. Todo indica que empezó a mirar hacia el Este. Hacia Eurasia. 
A lo mejor esa es la razón del nerviosismo de algunos. 
 

Tensando la cuerda

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