Simplismos

El presidente del Gobierno dijo hace unos días que la ruptura de Europa sería una catástrofe. De hecho, nos invitó a un “tour” por el mundo para que viéramos lo que hay. En fin, miedo y más miedo. 
Resulta cansino que los políticos hablen siempre en nombre de Europa, pues ésta tiene poco que ver con la que ellos representan. El árbol no les deja ver el bosque. Europa es algo más que esa tropa que la dirige desde Bruselas, ese grupo de burócratas dedicado a enredarlo todo. Sentados en sus confortables despachos, se ocupan de redactar directivas, normas, reglas y resoluciones que de alguna manera afectan la vida del ciudadano común. Lo llamativo es que este tipo de decisiones las toman personas que no están legitimadas por las urnas. 
Pero dicho esto, los políticos siguen erre que erre –seguramente para no asumir sus responsabilidades– con el mismo relato, ni siquiera se molestan en hacer ajustes al guión. 
Sus simplezas lo dicen todo. Nos tratan de asustar  –¡que viene el hombre del saco!– como si fuéramos niños pequeños. Todo ello nos da la medida del “talento” que poseen los que nos gobiernan, la razón por la cual estamos donde estamos. La ausencia de ideas, la defensa de la mentira, el autoengaño y la autocomplacencia se han convertido en su discurso oficial.
Nos dicen por activa y por pasiva que si Europa (¿?) se rompe viene el caos, la hecatombe. Como si el mundo girara a su alrededor. Es obvio que muchos políticos europeos siguen presos de un pasado colonial, no lo han superado todavía. La realidad es que durante mucho tiempo se sobrevaloró y sobredimensionó la civilización europea. Y lo peor es que nos lo hemos creído. Por poner un ejemplo, la civilización china fue tan importante como la europea. En ciertos aspectos incluso más. 
Puede que resulte hasta aburrido, aunque por ignorarlo no cambiarán las cosas,  nos referimos a la situación actual que estamos viviendo. 
A pesar de que Europa es todavía  poseedora de grandes  riquezas, que se irán desvaneciendo en los próximos decenios, sus ecos globales suenan cada día más débiles; tal y como se está planteando la situación geopolítica mundial tiene todas las papeletas para convertirse en una “tierra de nadie”. Que sería lo último que le podía ocurrir.
Desde la llegada de Donald Trump al poder se percibe un gran nerviosismo en las élites europeas, hasta hablan de construir un ejército (¡a buenas horas mangas verdes!) comunitario. Aunque eso sí, nadie sabe cómo, ni cuáles serían sus fines reales. La confusión es total. 
Dicen que sería para luchar contra el terrorismo, lo cual resulta un tanto extraño, puesto que para ese tipo de lucha no se necesita un ejército, al menos dentro de las fronteras europeas. 
Además, un ejército mandado desde Bruselas, Berlín o París, si antes no se alcanza una integración política de carácter federal, sería un auténtico disparate. Una organización militar de esa índole solo puede ser aceptable si los que la van a dirigir están legitimados por un poder político que sea compartido entre iguales, es decir, por todos los miembros de la Unión. Y eso solo puede ser factible bajo un estado federal. De lo contrario entraríamos en un colonialismo interno en el cual los países más poderosos impondrían su voluntad a los demás. Utilizarían el nuevo poder militar –el económico ya lo tienen –para imponerlo al resto. Los demás pasarían a ser simples colonias o enclaves.
La realidad es que el recorrido de Europa está casi definido. No le queda apenas otra salida que no sea la de subordinarse a las fuerzas económicas cuyo epicentro se encuentra en Asia; como mucho podrá aspirar a convertirse en una especie de puente entre los países del G-3 (China, EEUU y Rusia).  
Lo demás es hacer castillos en el aire, conjugar estupideces. Aunque  posea los medios económicos, carece de otros que son tan importantes o más  para ser considerada un actor global.
Que nadie espere milagros. No ocurrirán. Estamos viviendo en una Arcadia de políticos simplones, de burócratas vocacionales, de gente gris, incapaz. De una tropa así nada gratificante se puede esperar. Solo lo peor. 
 

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