PINTAN BASTOS

Hoy pocas cosas son lo que parecen, sobre todo en la política europea. Detrás de cada reunión, de cada acuerdo, de cada puesta en escena se esconden diferentes objetivos; algunos de naturaleza “non sancta”.
Hay reuniones que no están todos los que son. Y en otras no son todos los que están. Eso sí, en todas hay mucho “glamour”, muchas sonrisas, muchos apretones de mano, todo un cuadro de falsas afectividades. En todas se quiere mostrar cercanía, sintonía, buen rollito. Al final de cada encuentro –pues nunca parece haber desencuentros– se redacta una declaración conjunta para certificar que lo acordado fue por “unanimidad”.  
Es habitual escuchar o leer en los medios que el Consejo de Europa, el Parlamento o el Eurogrupo decidieron esto, aquello o lo otro. Lo que no se dice es que la mayoría de esas decisiones no son espontáneas, ni democráticas, sino que fueron decididas en un “petit comité”.
No se dice que detrás de cada reunión, de cada encuentro, hubo un sinfín de presiones –chantajes– de parte de algunos miembros, que son los que llevan la voz cantante. Los que construyen “consensos” a su medida.
Hoy Bruselas todo lo esconden detrás de la manoseada frase: lo “ordena” Europa. Con ella se trasmite la falsa impresión de que la toma de decisiones es entre iguales. Se derivan las cosas hacia un “todo” –en este caso Europa– para zanjar cualquier controversia.
Pero Europa está formada por instituciones que son dirigidas por personas. Por lo tanto, tienen nombres y apellidos, son identificables. ¿Por qué en lugar de decir lo ordena Europa no nombran a los verdaderos responsables de tal o cual decisión?
Después de los últimos acontecimientos se puede decir que el proyecto europeo está a la deriva, puesto que no está en manos de los políticos sino  de los grupos financieros.
Estos grupos son los que están diseñando la nueva Europa, con una arquitectura económica a su medida, que es la de los capitales flotantes, improductivos, esos que no crean puestos de trabajo ni riqueza colectiva.
Son capitales especulativos que tratan de maximizar beneficios en el menor tiempo posible, comprando activos financieros en perjuicio del capital productivo y del mundo del trabajo.
Prueba de ello es que en los últimos años se redujeron drásticamente las rentas del trabajo aumentando escandalosamente las del capital. Desde el 2008 el número de fortunas creció desmesuradamente, en España fue del 40%, el cual nos dice claramente a quienes está favoreciendo la crisis.
La eurozona está dominada por la insolidaridad, por el egoísmo, por la destrucción del sur. Por otro lado, la opacidad en la toma de decisiones es servil, antidemocrática.
El asunto reviste tal gravedad, que hasta la organización “Transparencia Internacional” advirtió que era necesario reformar las leyes que regulan la influencia de los lobbies. Esa organización asegura que en los últimos años los políticos europeos tomaron decisiones económicas que los ciudadanos deberían conocer. Es obvio que se están tomando decisiones carentes de toda legitimidad democrática, puesto que lo hacen personas que nunca fueron elegidas por los ciudadanos.
El sueño europeo se está convirtiendo en pesadilla, sobre todo para el sur. Los recortes, el paro, la desindustrialización que sufrieron algunos países  –incluida la propia Francia– y la pobreza están marcando el día a día. Sin duda, en Europa pintan bastos.
¿Y qué hacen los políticos? Nada. Excepto fantasear. Nos venden una Europa irreal, inexistente. Su incompetencia está llegando a un punto que empieza a ser realmente preocupante.
A pesar de este sombrío panorama otra Europa es posible. Pero son los ciudadanos los que tienen que deconstruir la actual para construir esa otra, la posible. Aunque los políticos y sus adláteres se esfuercen en decirnos  que el dios mercado es el mandamás, la realidad es que siguen siendo las personas el centro de todo.
Europa cambiará en la medida que sus ciudadanos tomen conciencia de la realidad, de una realidad que deben cambiar. Solo así se podrá reconducir el proyecto europeo.

 

PINTAN BASTOS

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