Un falso relato

Antonio Machado decía que los que están siempre de vuelta de todo son los que no han ido nunca a ninguna parte. Gran verdad.  Uno nunca está de vuelta de nada. Y en política menos.
Hace unos días el señor Hollande se mostró muy “alarmado” por  lo que estaba ocurriendo en la ciudad siria de Alepo, ahora ya liberada. Francia había solicitado varias reuniones urgentes del Consejo de Seguridad  de Naciones Unidas para que aprobara una resolución que obligara a cesar los combates. De pronto el gabacho se nos volvió extremadamente sensible, tuvo un ataque de ternura. ¡Increíble!
Es cuando menos curioso, por no decir otra cosa, que al inquilino del Elíseo le preocupara tanto el destino de los habitantes de Alepo y defendiera el alto al fuego y los corredores humanitarios con tanta emotividad diplomática, puesto que hasta no hace mucho apoyaba otro tipo de pasillos que no eran precisamente misericordiosos. Lo de François es increíble,  sólo faltaba que nos dijera que también había que proteger a los milicianos del EI y del Frente Al-Nusra.
La política tiene caminos extraños, incluso insólitos. Por un lado los políticos europeos condenan con mucha pomposidad el terrorismo yihadista cuando los atentados –como el último ocurrido en Berlín– se producen en territorio de la UE, y por el otro apenas se dan por enterados cuando suceden en otras partes del mundo. Es más, a los grupos que operan en Siria les llaman “rebeldes”, nunca terroristas. Europa lleva demasiado tiempo viviendo en una gran contradicción, quizá la palabra correcta sea hipocresía. A los gobiernos europeos no les preocupaba cuando las monarquías del golfo armaban, financiaban e introducían a miles de terroristas wahavistas en Siria. La realidad es que nunca les preocupó –aunque su relato diga otra cosa– el destino del pueblo sirio, ni que los terroristas provocaran decenas de miles de muertos y millones de refugiados. Su objetivo era derrocar al presidente Assad y poner en su lugar a un títere que ayudara a los intereses –mayormente los relacionados con la industria del gas y del petróleo– de las multinacionales europeas. Esa es la cruda y única realidad. La otra, la oficial, está plagada de mentiras. Pero Moscú les hundió el negocio cuando decidió intervenir militarmente para ayudar a su aliado. 
La preocupación europea de las últimas semanas –aunque pueda parecer surrealista– se debe a que el ejército sirio está ganando la guerra a los yihadistas. El establishment ha invertido mucho dinero para provocar un cambio de régimen en aquel país, por lo tanto, la UE –y Francia en particular– al no poder lograr ese objetivo, además de quedarse sin su “botín” perderá toda su influencia en Oriente Medio. 
No hay que olvidar que la mentalidad de Hollande –y de las élites continentales en general– es eurocéntrica y colonialista. En ese sentido los mal llamados “socialistas” europeos tienen idénticos comportamientos, todos recordamos cuando nuestro ZP ordenó la participación de España en los bombardeos de la OTAN en Libia. Ni siquiera tuvo la delicadeza de abstenerse, aunque sólo fuera como un acto hipócrita para salvar la cara.
Llama la atención que mientras los yihadistas asesinaban, violaban y masacraban en Siria, que por cierto, antes de la guerra ese país era uno de los más desarrollados y prósperos de Oriente Medio, los políticos europeos se dedicaban a condenar a su presidente, incluso culpándolo de lo que hacían esos grupos. 
La realidad es que en Siria nunca hubo una guerra civil, el conflicto fue desencadenado desde el exterior. Básicamente fue impuesto y financiado por las monarquías medievales del golfo; las que tienen tantos amigos en Europa.
Lo ocurrido en ese país árabe suscita algunas preguntas clave. ¿Cómo han podido informar los medios acerca de lo que estaba ocurriendo allí, si apenas tenían corresponsales de guerra sobre el terreno?, ¿cómo es posible que se le diera credibilidad a las fuentes de información yihadistas?, ¿y por qué la coalición internacional no pudo frenar el avance del EI hasta que llegaron los rusos? La opinión pública está esperando respuestas.  
 

Un falso relato

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