La encrucijada francesa

Las declaraciones que acaba de hacer el señor Hollande a varios periódicos europeos resultan cuando menos patéticas. Lo único aprovechable que dijo fue que  la UE terminará por romperse si no avanza en su integración.
Desde luego, para llegar a semejante conclusión no hace falta haber pasado –como el susodicho–  por la École nationale d’administration, la famosa ENA donde se forman todos los burócratas franceses. En  todo caso, el declive de Francia, además de los políticos mediocres que contribuyeron a ello como este señor, también se debe a su integración en el espacio de Schengen, que es un elemento que sirve para disolver países. A partir de ahí la influencia de nuestro vecino en el mundo empezó a declinar. Ciertamente, sigue siendo una potencia nuclear de cierta relevancia, aunque también es verdad que en caso de un gran conflicto tampoco le serviría de mucho. No olvidemos que un solo submarino nuclear de la clase “Ohio” o “Typhoon”, como los que poseen los norteamericanos o los rusos,  podría barrer en pocos minutos del mapa extensiones como las de Francia o España. 
Lo que ocurre en el país de la marsellesa es sangrante. Hay un partido socialista desprestigiado, entregado completamente a los grandes intereses, y una derecha liberal que ha puesto en almoneda los recursos nacionales. Y más a la derecha está el Frente Nacional de Marie Le Pen con un proyecto nacionalista, que, a pesar de lo que digan los medios en su contra, es mucho más gaullista que de extrema derecha, lo cual lo hace chocar con los poderes fácticos. Prueba de ello es que esos mismos poderes están tratando de frenar su avance, puesto que temen que esta mujer pueda ganar las próximas elecciones. El miedo es tal, que en un acto desesperado se han sacado de la manga un nuevo contrincante: el señor Emmanuel Macron. Curiosamente, este hombre trabajó para la Banca Rothschild, por  tanto,  lo dice todo de él. Revela la clase de intereses que representa. No hace mucho llegó a decir que su “honestidad” le obligaba a decir –perteneció al socialismo francés– que ya no era socialista. Es obvio que nunca lo fue. Aunque como este individuo pululan muchos por el Viejo continente. 
Hay que reconocer que una de las jugadas más audaces del poder, fue poner a trabajar la izquierda francesa –y la europea en general– en la defensa de sus intereses; la vieja socialdemocracia le ha servido de amortiguador para llevar a cabo recortes, privatizaciones y otras políticas relacionadas con el apartheid económico. Los socialistas franceses, junto con la derecha tradicional que traicionó la filosofía gaullista, colaboraron activamente en la implementación de este tipo de políticas. Fueron los responsables de llevar a Francia a posiciones serviles y mediocres; lo peor de todo es que el daño que hicieron difícilmente puede ser reparable o reversible.
Para muchos es incompresible que ante tamaña desidia los franceses demoraran tanto en reaccionar, en rebelarse, como hacían en otros tiempos. Este hecho resulta bastante curioso, incluso contradictorio, puesto que va en contra de su propia historia, teniendo en cuenta que los gabachos tienen una larga tradición en no aceptar las cosas así como así. Algunos politólogos opinan que ahora el desencanto no lo expresan en las barricadas, sino que lo canalizan votando a Marie Le Pen. Puede ser. Ciertamente, la mayoría de los apoyos al FN provienen de sectores obreros empobrecidos y, en general, de gente descontenta que viven en regiones que fueron desindustrializadas y que ahora están sufriendo en sus propias carnes los ramalazos de esas nefastas políticas. 
A la izquierda española le resulta chocante que esos apoyos provengan precisamente de la clase obrera y media. No lo entiende. Quizá para entenderlo había que ser francés o francesa, vivir en una de esas áreas depauperadas y sentirse engañado y burlado por los partidos tradicionales, entre ellos los de la izquierda. Ahora parece ser que prefieren –de momento– aupar a la señora Le Pen hacia el Elíseo antes de volver a tomar las calles, como hicieron aquel mayo caliente del 68 del pasado siglo. 

La encrucijada francesa

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