El valor de la Duda

En cualquier acontecimiento de hoy separar el grano de la paja es complicado, en algunos casos de especialistas. Teniendo en cuanta que  la confusión y las actuaciones de falsa bandera dominan el escenario.
Descubrir quién es quién o cuáles son los intereses que hay detrás de cada arremetida mediática o política no es sencillo. Teniendo en cuenta que muchas de esas arremetidas son construidas utilizando como arma la posverdad.   
Por lo tanto, partiendo de una cultura que puso en valor la deshonestidad, lo demás viene por añadidura. Hoy las propuestas de los partidos tradicionales tienen escaso valor, porque detrás esconden agendas que forman parte de una hoja de ruta. Con lo cual, la realidad futura que dicen no existe.
La oferta de los partidos de la izquierda tradicional es la misma que hacen los de derechas. La diferencia estriba en el lenguaje. Políticos que son etiquetados como de izquierdas con frecuencia truncan las esperanzas de sus electores, convirtiéndolas en decepción. Los otros al menos, los que defienden abiertamente las tesis neoliberales, los de derechas, no engañan a nadie. Son perfectamente identificables.
El desviacionismo de la izquierda es muy frecuente en estos tiempos, de hecho se ha convertido en la norma. Lo que está sucediendo en Ecuador es un ejemplo, uno de tantos. El nuevo presidente, Lenín Moreno, que proviene del partido Alianza País, formado por agrupaciones de izquierda, parece que ha dado un giro radical tanto en lo social como en lo económico, dedicándose a “descorreizar” el país. Según parece está desmotando la famosa “revolución ciudadana”, promovida por el anterior presidente, Rafael Correa, que tanto favoreció a las clases populares.
El apoyo que el nuevo presidente está recibiendo de las oligarquías autóctonas demuestra que el giro es real. Tan es así, que incluso está siendo apoyado por toda la prensa neoliberal, por esa misma prensa que antes lo acusaba de un montón de cosas, entre ellas las de corrupto. El cambio de retórica habla por sí solo. Puesto que cuando ocurren apoyos tan abiertos es que el poder político trabaja exclusivamente para el poder económico. En todo caso, el cambio de rumbo está generando fuertes tensiones en los diferentes sectores sociales y políticos de aquel país.
El problema alcanzó tales límites, que alguien de su propio partido dijo que en Ecuador no ganó la izquierda, sino un candidato de derechas que dice ser de izquierdas. Aunque eso, para los que vivimos en este lado del Atlántico, no es ninguna novedad; los socialistas europeos llevan tiempo haciéndolo.
Por otro lado, sería pecar de ilusos si no reconocemos que el poder tiene agentes infiltrados en casi todos los partidos de izquierda. Por no decir en todos. Recordemos lo ocurrido en Grecia, cuando el actual primer ministro griego, Alexis Tsipras, perdió el pulso con Angela Merkel. El griego intentó –de farol, claro– jugar la “carta china” para que la teutona hiciera concesiones. Pero no le funcionó.
Y no funcionó porque es muy posible que en el círculo más próximo a Tsipras hubiera algún agente infiltrado, alguien que le hizo saber a la alemana que la apuesta no era real. Está claro que Merkel algo sabía, de otro modo no se hubiera arriesgado, ni tampoco atrevido, a tener que expulsar a Grecia de la UE. Teniendo en cuenta lo que eso significaba, puesto que tal medida podría adelantar el fin del proyect europeo.    
En todas las épocas hubo informantes, agentes infiltrados, no necesariamente espías a lo James Bond, sino personas de la sociedad civil que trabajan para otros intereses. Personas que dicen ser una cosa y que son en realidad otra. Muchas de ellas ni siquiera lo hacen por convicciones políticas, sino por retribuciones económicas.
Llegamos a la conclusión de que el problema no es tanto el neoliberalismo, que también, sino la infiltración de la que fue objeto la izquierda, que se llenó de impostores y mutantes puestos al servicio –aunque a muchos les duela reconocerlo– del neoliberalismo global más rancio.
Ese es el gran atolladero en el que está inmersa la izquierda. Y no es poca cosa.
 

El valor de la Duda

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