Crónica de un disparate

Algunos líderes independentistas catalanes hablaron de la “vía eslovena” para alcanzar la independencia. Una idea que suena un poco pueril a oídos de cualquier avezado analista en esferas de influencia.
Empecemos considerando que la caída del bloque socialista en Europa a principios de 1990 provocó un seísmo. Hubo cambios de lealtades, de alianzas, se doblegaron voluntades y nacieron nuevos estados. Los efectos colaterales de aquella implosión política impulsaron la desintegración no tan solo de la URSS, sino también de la segunda Yugoslavia, la creada por Tito tras la II Guerra Mundial. En suma, trajeron un nuevo orden, un orden que parece que empieza a desmoronarse ahora. Aunque eso sería para otro análisis.
Por lo tanto, aprovechando aquellas circunstancias, los políticos eslovenos llevaron a cabo un referéndum de autodeterminación, hecho en principio sin el reconocimiento internacional. Aunque eso fue solo en apariencia, puesto que desde los centros del poder en Europa –con los que irónicamente colaboraba la España– se dedicaban a prestarles apoyo. Había fuerzas que trabajaban en la sombra, y que además no solo estaban interesadas en la independencia eslovena, sino en trocear por completo Yugoslavia; cosa que sucedió en poco tiempo. 
Como no podía ser de otra manera, Belgrado se opuso a la independencia de sus repúblicas, en este caso la de Eslovenia. Así que,  en 1991 se desencadenó una pequeña guerra, la llamada “Guerra de los diez días”, que más que una guerra fue una escaramuza. Aquí hay que señalar que la refriega ocurrió porque los secesionistas eslovenos tenían el control de las guarniciones militares del territorio. Tenían lo que se dice mando en plaza.
La razón de ostentar los gobiernos autónomos el mando sobre las organizaciones militares, fue porque en tiempos de Tito se llevó a cabo una gran descentralización del poder de Belgrado, que abarcó también a las milicias estacionadas en los territorios que conformaban la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Por lo tanto, eso hizo inclinar enseguida la balanza a favor de los independentistas eslovenos. 
Por otro lado, en aquella época el gobierno yugoslavo tenía ya varios frentes abiertos, pues había otras repúblicas que también querían independizarse, siendo Croacia una de ellas. Así que, para no malgastar recursos del ejército federal, enzarzándolo en una confrontación abierta, Belgrado permitió a los eslovenos marcharse. 
Curiosamente, muchos de ellos añoran los tiempos de la antigua Yugoslavia, dicen que ahora divididos no significan nada en Europa.
La situación en España es diferente. Al no estar en medio de disputas geopolíticas, hace que cambie radicalmente la ecuación, que no se pueda comparar con la eslovena, es decir, el hecho de estar integrada en el espacio euro-atlántico lo cambia todo. Y lo cambia de tal manera, que a día de hoy el sueño de los independentistas catalanes se torna imposible. Aunque parece que los “iluminados” del Govern no lo pensaron así.
Obviamente, a largo plazo puede ocurrir cualquier cosa, puesto que nada es para siempre. No hay que olvidar que la geopolítica cambia y también cambian los intereses, en realidad, el mundo está cambiando constantemente. A lo mejor dentro de veinte años ni siquiera existe la Europa qe hoy conocemos. 
La única realidad que tienen hoy por delante los secesionistas catalanes es que pueden ir olvidándose de su vía eslovena y de cualquier otra vía. En todo caso, es obvio que en Cataluña existe un problema. Y gordo. Ignorarlo sería tanto como esconder la cabeza en la arena como hace el avestruz. 
Por lo tanto, se equivocan los creen que las heridas creadas en la sociedad catalana pueden curarse de la noche a la mañana. Pero también se equivocan aquellos que contribuyeron a abrirlas, para más tarde proclamar unilateralmente la independencia y acto seguido huir para Bruselas; el espectáculo es kafkiano.
Ciertamente, los acontecimientos que se están sucediendo son dignos de una pieza teatral vodevilesca. Y mientras no se recobre la seriedad, dejando las sobreactuaciones, no hay solución posible a la vista.
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Crónica de un disparate

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