Cosas de estos tiempos

Decía Ernesto Sábato que en la vida lo más importante es la ilusión, la imaginación, el deseo y la esperanza. Cosas que se echan en falta en estos tiempos tan confusos.  
Los que sueñan despiertos son cada vez menos. La realidad nos dice que  pertenecen a una especie marginal en vías de extinción. Hoy la apatía, la falta de ilusión, la ausencia de esperanza –que es lo peor–, están adueñándose del escenario mundial, dejándose sentir con más fuerza en nuestras sociedad es occidentales; en ellas la crisis existencial golpea con más fuerza. Hemos alcanzado un punto, tal vez de no retorno, en el cual el prójimo nos resulta cada día más ajeno y más lejano. El escepticismo y la incredulidad reinan en el interior de las personas, así que el escenario no está para triunfalismos, como quieren hacernos creer. Muchos se preguntan ¿por qué se ha llegado a esto? Hay varias respuestas, aunque una de ellas es obvia: la pérdida de valores. Pero aquí surge otra pregunta ¿a quiénes puede beneficiar?  No hay que olvidar que en las crisis alguien saca partido.
El exceso de información/desinformación; el bombardeo continuo de noticias al que estamos expuestos; el mal uso que se hace de las nuevas tecnologías, incluso de la ciencia; el valor que se le está dado a las cosas en detrimento del ser humano; el relativismo cultural, todo ello y mucho más nos han llevado al actual estado de cosas. 
Antes de que la “civilización” les arrebatara la infancia, niños y niñas se divertían con inocentes juegos. Hoy esos juegos fueron sustituidos por fríos artilugios electrónicos en los que todo está inventado, donde no hay espacio para la imaginación ni tampoco para la creatividad. Lo curioso es que nuestros niños también se aburren de ellos. Pasada la primera impresión, los primeros minutos de novedad, deciden destrozarlos, romperlos o patearlos, manifestando en ese proceso un especie de amor/odio hacia algo. 
Ello nos demuestra que en este primer cuarto del siglo XXI la ilusión dura unos minutos, pocos. Alguien está interesado en que todo sea efímero. Y cuanto más lo sea, mejor para los que preparan la siguiente “novedad tecnológica”. El negocio está por encima de cualquier consideración moral.
Los que cargamos en la mochila con cierto número de años nos ilusionábamos con aquel primer vuelo de Yuri Gagarin que orbitó la Tierra y también con la llegada, más tarde, de Armstrong, Aldrin y Collins a la Luna. Sin embargo, los jóvenes de hoy no sienten el menor entusiasmo hacia esas cosas. Ni siquiera los más pequeños se contagian de la magia que debería producir en ellos la exploración del cosmos. 
A los niños de hoy no les interesa la escafandra de un astronauta, ni la exploración del espacio inmediato, ni tampoco contemplar la estrella Polar durante unos minutos. Su infancia les fue robada y sustituida por la diosa tecnología. Ya no tienen fantasías. Y cuando tienen algunas no permanecen, desaparecen enseguida. Es como si detrás de todo ello se escondiera un interés perverso. 
Ya nada queda de aquel niño que imaginaba ser un pirata o un buscador tesoros en una isla lejana y exótica, o que se creía un explorador entrando en la gruta de una cueva. Es como si no quedara lugar ni tiempo para imaginar esas cosas. Hoy esas aventuras no seducen, ya no enganchan, dejaron de ser mágicas. Lo que demuestra una falta de ilusión por cosas que sí tienen importancia. Y mucha. Puesto ayudan a formar personas y no máquinas de consumo.
Lo que está ocurriendo es algo extremadamente negativo para el ser humano, el cual puede arrastrarlo a su propia extinción. Prueba de ello es que hoy existe un deseo malsano por la destrucción y la violencia. Es como una adoración. Lo demuestran las películas –son las más taquilleras–relacionadas con las grandes catástrofes. 
Existe una visión morbosa en el inconsciente colectivo, claramente activada y alimentada por dinámicas mercantilistas, por todo aquello que escenifique  destrucción. Las alarmas casi a diario de algún asteroide acercándose a la Tierra así lo corroboran. Aunque parezca increíble esa idea le sube la adrenalina a muchos. Así vamos.
 

Cosas de estos tiempos

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