BIPARTIDISMO, UN ANÁLISIS CRÍTICO

Los medios de comunicación nacionales que defienden el bipartidismo –que son casi todos– dicen que si ganara Podemos sería una catástrofe. En este “tótum revolutum” informativo pintan un escenario caótico, infernal, tan irreal que solo puede obedecer a una estrategia, la del miedo.
Ahora bien, independientemente de esos “futuribles”, el caos en este ruedo ibérico valleinclanesco empezó hace tiempo. Así que, aquellos polvos trajeron estos lodos. Es un hecho que el bipartidismo está contra las cuerdas. Por primera vez siente que puede perder el poder. Por otro lado, el país sigue en la UCI. Por menos razones –solo hay que consultar la historia– se generaron insurrecciones, cambio de gobiernos, incluso revoluciones. Eso significa que Podemos –a pesar de sus detractores– puede estar sirviendo incluso de válvula de seguridad para evitar males mayores.
Todo el mundo pide la regeneración política, pero esas cosas no ocurren por arte de birlibirloque. Para que sucedan, los dos grandes partidos tendrían que perder el poder, o al menos verse obligados a compartirlo con terceros. Hoy la política española –en eso hay que ser realistas– no se arregla con cirugía menor. El bipartidismo perdió la capacidad para regenerarse a sí mismo y busca enemigos fuera de su entorno. Ahora el PP lanzó su artillería contra Ciutadans. Parece que el partido de Albert Rivera está subiendo como la espuma, por tanto, es un peligro añadido. Sin duda, todo lo que está pasando es bueno para la democracia, puesto que la vida política española necesita ser higienizada. Es obvio que si no aparecieran otros partidos, con posibilidades reales de disputarle el poder al bipartidismo, todo seguiría igual. El hecho de que el PP y el PSOE se sintieran seguros, de que nadie pudiera disputarles el poder, los hizo prepotentes, soberbios y arrogantes.
Algunos reclaman que en las próximas elecciones generales se vote con responsabilidad, es decir, que se vote PP o PSOE. Los que solicitan tal cosa llaman a eso seriedad, lo cual quiere decir que hacerlo a otros paridos sería una insensatez. Esos “consejeros” no se paran a pensar que lo del voto responsable es relativo, que en esas cosas no hay nada escrito, todo depende del cristal con que se miren. Prueba de ello es que hay gente que opina que votar al bipartidismo no es una buena decisión, que es un voto perdido, que es extender un cheque en blanco para que nada cambie.
Es curioso que soliciten apoyo para los que hicieron del país un sayo a la medida de sus propios intereses. Quizá la “responsabilidad” que algunos periodistas –o lo que sean– requieren ahora de los ciudadanos, deberían haberla demandado del bipartidismo hace tiempo. La credibilidad no se improvisa, ni se puede reconstruir de la noche a la mañana. El bipartidismo tendrá que poner mucho de su parte para volver a ser creíble, empezando que –al menos de momento– su regeneración ni está ni se le espera. Para que eso ocurra es necesaria una catarsis que acabe con los elementos corruptos, con los privilegios, con el clientelismo, con el amiguismo, comportamientos que una sociedad decente no puede tolerar, y que han convertido la política de este país en una sentina. Por mucho que se esfuerce el presidente del Gobierno en decirnos que hubo cambios, la realidad es que no hubo ninguno,  al menos donde tenía que haberlos, que son a nivel político e institucional. El Gobierno solo implementó una serie de medidas, todas ellas relacionadas con los recortes, que afectaron directamente a los ciudadanos de a pie. Pero los privilegios de las élites político-financieras siguen ahí, intocables.
Se dice que el país empieza a estar encauzado. Y no lo dice solo el Gobierno, sino que también lo afirmó, aunque con la boca pequeña, el máximo representante de la “oposición”, el señor Pedro Sánchez, la otra cara de la moneda del bipartidismo. En realidad, de poco sirve que haya un cierto repunte macroeconómico, que además es bastante dudoso, si hay millones de familias viviendo en una situación crítica. Y lo que es peor, sin esperanza.

 

BIPARTIDISMO, UN ANÁLISIS CRÍTICO

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