Los psicópatas de la política

lesa se ha pegado un tiro. Una de las figuras más mediáticas de la política nacional ha pasado a mejor vida por decisión propia. Representaba la élite, “el gran Jefe”. Y, como nos decía Jardiel Poncela, los muertos, por mal que lo hayan hecho, siempre salen a hombros. Todos son buenos. En este caso no se trata de maldad ni de bondad. Blesa había sido condenado por el asunto de las tarjetas Black, tema  aún pendiente de recurso ante el Tribunal Supremo. Le quedaban otras causas derivadas de la gestión desleal al frente de Caja Madrid, donde le acusaban de malversación de caudales públicos  durante su gestión en la entidad madrileña, el tema de las preferentes o la deuda subordinada, entre otros asuntos. 
Se decía que era un hombre arrogante. Que se sentía por encima del bien y del mal. Buenos estudios, buena familia, buenos trabajos, y una vida llena de lujos. Seguramente se creyó intocable, como otros tantos. Díaz Ferran, Urdangarin, Rato, etc. Estos sin duda fueron o son capaces de asumir que han obrado mal, o al menos canalizarlo, cosa que a Blesa, según cuentan los allegados le resultaba insoportable. No podía entender que le llamaran ladrón, porque para esta gente el concepto de robo no va con ellos. Blesa estuvo poco en prisión, aunque todo indicaba que volvería a entrar, si bien no por mucho tiempo. Más que nada por la edad, pues con 70 años, se está lo justo hasta que régimen penitenciario tramita el tercer grado. Sin duda, le podía más el escarnio social. 
En las redes sociales, la maldición de la “gürtel”  corrió como la pólvora,  en términos similares a la de Tutankhamón. Todo aquel que participó en la apertura de su tumba, de una manera u otra acabó dejando la vida. Rita Barbera, Álvaro Lapuerta… 
Las casualidades no existen, todo es causal y sucede por algún motivo, aún desconocido. No se puede afirmar que la presión mediática sea la causa de su suicidio, y no la enfermedad o la demencia como en otros encausados en los grandes desfalcos que recorren la geografía nacional. La sociedad rechaza lo que está mal y es justo que así lo exprese. De la misma manera que debemos premiar, es justo el castigo del que nos roba o nos mata.  
Quizá, en este caso, la razón de es otra.  Este tipo de personas, carecen de la noción del bien y del mal. En su  actividad política trafican con influencias y siempre son corruptos. Poseen una gran habilidad para rodearse de otros similares a ellos.  Psicópatas, “donde el líder es el más psicópata de todos”.  Y cualquier cosa  puede esperarse de los políticos psicopáticos, porque,  además, son los primeros en denunciar a otros, por las cosas que ellos mismos practican. No tienen una conducta ética, dirigida al bien: todo lo que hacen está bien para ellos, y el bien es lo que les conviene y punto. Como dice algún analista, “tienen fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez o amor imaginarios. Rumian sobre la admiración y los privilegios que “hace tiempo se les deben” y “se comparan favorablemente con gente famosa o privilegiada.”. Vamos, que este tipo de gente se creen superiores, especiales y únicos. Por lo tanto, solo esperan que los demás los reconozcan como tales. Su relación es con personas que creen de status superior o especiales, pues sólo los comprenden los que, como ellos, son únicos, perfectos o de talento. De esta manera su auto estima es elevada y por ello muy frágil, ya que son víctimas fáciles para la adulación,  y para los corruptores, que conocen sus debilidades narcisistas y de esa manera obtienen sus favores. Por eso son corruptos, pues creen que lo que se les paga por su trabajo siempre es poco para lo mucho que valen. Tienen  amigos aparentes, y presumen de apoyos, incluso mágicos. 
Cuando todo esto se desmorona, y con un simple chándal cruzan la entrada de cualquier prisión, mientras le gritan, “ladrón”, no llegan a ser capaces de canalizar esa frustración y se quitan de en medio. ¿Fue esto lo sucedido con Blesa?. ¡Nunca lo sabremos!. 
 

Los psicópatas de la política

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