Lo imposible

La política es el arte de hacer real lo imposible. Originariamente, y así debería seguir, ha sido la forma que nos hemos dado para una pacifica convivencia en sociedad, depositando los unos la confianza en otros, que como representantes, gestionan nuestros dineros para el beneficio común. 
La base es esta, aunque a la hora de llevarlo a cabo, el concepto de interés colectivo se diluye de tal forma, que más parece que se trate de intereses propios que colectivos. 
Nuestros políticos dejan mucho que desear. Visto lo visto. Por eso resulta tan importante, cada vez más, que el ciudadano participe y se involucre en temas políticos, y no solo a la hora de depositar su voto en urna. En la medida en que vivimos, los unos con los otros, es decir, convivimos... no solo existimos sino que coexistimos, nos hacemos partícipes del destino de la comunidad que se organiza para lograr un destino común que satisfaga los intereses generales teniendo en cuenta también los particulares. 
Por eso la política está íntimamente ligada a lo social, aunque la palabra en si sea sinónimo de ciudad (polis). Y todo o casi todo es política y hay que mojarse. Como decía Bertold Brecht: “El peor analfabeto, es el analfabeto político, el que no escucha, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El que no sabe que el coste de la vida, el precio del pescado, de la harina, del arriendo, del zapato y del remedio dependen de las decisiones políticas. 
El analfabeto político es un burro que se enorgullece e infla el pecho diciendo que odia la política. No sabe el imbécil que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos que es el político sinvergüenza, deshonesto, corrupto y lacayo”. 
En estos momentos estamos asistiendo a situaciones tan esperpénticas que nos hacen comprender que ciertos políticos no sirven ni para repartir panfletos en la calle. 
Lo de Cataluña es la prueba del nueve. Ha puesto en jaque a todo el mundo. Un futuro presidente, prófugo de la justicia, que se dice en el exilio, despacha en una sala de hotel, allá, desde Bruselas, y pretende ejercer un cargo, vía telemática, cual si se tratara de un fantasma.  
Al mismo tiempo, se pasea por Europa, da conferencias y lanza soflamas dando a entender que llegara a Cataluña, sin que nadie pueda saber como, ni siquiera él. Se ha convertido un tipo molesto y cansino. 
Es el mundo al revés. Mientras, el gobierno nacional, recabando informes para anular las decisiones de la mesa y el ministro de interior registrando maleteros por si el prófugo aterriza de alguna manera en sede parlamentaria y toma posesión de un cargo que no juro mi prometió como diputado. 
Aquí el asunto de la legalidad ya se ha salido de madre. Cualquier teoría jurídica es posible, y cualquier golpe de efecto también. Hace tiempo que se ha demostrado la grave incapacidad del gobierno de Rajoy para atajar la corriente que se le venia encima. Y ahora la cuerda nunca pudo estar mas tensa pues la bomba les ha estallado entre las manos. Se desconoce cual es o será la estrategia del gobierno si es que tiene alguna, porque todo indica que van al golpito. 
Lo que esta sucediendo forma mas parte de una farándula que de políticos que se precien de serlo. Mientras, las empresas huyen de una comunidad que desde fuera parece que ha perdido la cordura. Se propone como presidente de una comunidad a quien esta huido de la justicia, acusado de graves delitos y en otro país. ¿Alguien pudo atisbar que esto podía suceder? ¿Alguna vez se ha lanzado un órdago tan grande?
El circo mediático creado por este señor sin duda forma parte de la idiosincrasia española, que lejos de tener un plan definido, vamos haciendo plan a medida que avanzamos. 
La mayoría ya miramos con una media sonrisa que mas puede pasar, pero la imagen que transmitimos al exterior es ciertamente penosa. No es la política la “mala” si no quien la ejerce. 
 

Lo imposible

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