La liorta de los académicos enxebres no tiene fin


“EL dardo en la palabra”, aquella famosa recopilación de artículos de Fernando Lázaro Carreter, encargado que fue de limpiar, fijar y dar esplendor al espanhol dos espanhois entre 1992–1998, le viene al pelo a la función que representan los académicos de la Gallega desde los tiempos de Méndez Ferrín, santón jurásico de las letras y del nacionalismo de la nazón de Breogán. Alonso Montero, que sucedió al coctelero de la pólvora con magnolias, ha impuesto las manos a Víctor Freixanes, que ya tiene despacho en la rúa Tabernas. Pero su elección ha ido acompañada de la polémica y de la ausencia del sector crítico, alporizado por la falta de un candidato de consenso, y que no lleva bien que 18 de los 19 académicos que asistieron al pleno apoyasen la candidatura del hombre capaz de inscribir un triángulo en una circunferencia. Pues habrá que entenderse, aunque sea intercambiándose escritos, porque la liorta no puede seguir por los siglos de los siglos.

La liorta de los académicos enxebres no tiene fin

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