Las polifonías cromáticas de Rafael Úbeda

en su nueva sede de Rubine, 17, recientemente estrenada, expone Rafael Úbeda ( Pontevedra, 1932), que es, sin duda, uno de los grandes pintores actuales de Galicia, con una trayectoria excepcional, que sería prolijo enumerar. Su trayectoria estética lo ha llevado desde algunas pautas del expresionismo, entre otros el de Appel, con el que tuvo amistad o del realismo del grupo Zebra de Amsterdam del que formó parte, hasta aspectos de la nueva figuración o del cubismo.
La muestra ofrece una selección de su obra, cuyo título “Timbres cromáticos” da fe de la relación profunda que su pintura tiene con la música; de ahí que nos sirva la sinestesia de polifonías cromáticas para denominar su quehacer, pues esta pintura “suena” con múltiples sonoridades cromáticas, tal como suenan los coloreados acordes y arpegios de la buena música. Él, que es músico además de pintor, lo sabe muy bien y lo hace visible, sobre todo en aquellas obras donde la ordenación del cuadro juega ad infinitum con el arte combinatoria, en un contrapuntístico juego de planos pigmentados con entonaciones y matices de cuidada armonía; es merced a este cuidadoso concierto como consigue que los elementos plásticos: dibujo, formas, color creen una orquestación perfecta de rítmicas modulaciones.
Ritmo, he ahí una palabra clave: ritmo tonal, ritmo compositivo o cadenciosa danza de múltiples y abiertas configuraciones, cuya base temática son músicos e instrumentos musicales, pero, las más de las veces, es pura abstracción lírica, en una línea que trae ecos de Kandinsky; y uno puede ver aéreas agitaciones, curvas de un movimiento continuo, astros giratorios o imparable música de las esferas, como quería Pitágoras.
Son modélicos, en este sentido, los cuadros que titula Arpegios, entre los que está “Arpegios esparcidos”, que es como una inmensa danza espacial de contrapuntos de color que se expanden en luminosidades carmín, amarillo o naranja buscando sus complementarios o acercándose a las zonas de sosiego de los tonos grises, crema o negro; y es también excepcional el grupo de “Arpegios tirantes”, “Arpegios dinámicos”, “ Arpegios profundos”,” Arpegios cetrinos” y “Arpegios y silencios”, donde todo es grácil y etéreo fluir de irisadas geometrías y de encantados violonchelos.
Pero la exposición tiene también otro lado, otros protagonistas y estos son seres humanos, personajes vistos con cierta deformación irónica, que nos interrogan desde sus ojos desplazados y sus retorcidas miradas y nos dicen “¡Quiéreme!” o se convierten en bobalicones “Asesores” de alguna causa política o adoptan forma de “Mago” negro o bien de incitante “Dama” o de descocadas “Amigas”. Una caricatura amable, de raíz expresionista, discurre por estas obras, que lo entroncan con Picasso y Bacon, entre otros. No deja de estar presente una poética de lo mistérico, como en “Juego de pájaros”, donde una mujer con aire de sacerdotisa antigua, sostiene un ave entre sus manos, mientras otros tres pájaros revolotean frente a ella. Muchos son pues, los registros que domina este nuestro multifacético artista, maestro indudable de lo polimorfo, y lo polifónico.

Las polifonías cromáticas de Rafael Úbeda

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