Trepas, mediocres y jefecillos

Artículos atrás hablaba de personajes –y aplicando las normas gramaticales del español esta palabra incluye hombres y mujeres– que respondían al perfil de trepas.
Los definía como elementos que adulaban a los de arriba, ponían palos en las ruedas a sus compañeros y maltrataban y humillaban  a sus subordinados.
Semanas atrás leía  un artículo, en un semanario de tirada nacional, de una conocida escritora donde, a propósito de estar leyendo la biografía de unos de los mayores genocidas de la historia de la humanidad, ésta reflexionaba sobre otros personajes tóxicos y habituales en la sociedad como son los mediocres. 
No dejó de sorprenderme la similitud de características   que se dan entre ambos elementos y no deja de asustarme el daño que pueden causar en una sociedad,  sobre todo en tiempos de crisis como la que nos sacude desde casi una década y sobre todo cuando un mismo individuo puede aglutinar  uno y otro perfil en su misma persona.
Reflexionaba ésta señora y se preguntaba como una “figura” poco elocuente, con una limitada inteligencia y hasta con dificultades para expresarse, lograba abrirse camino entre otros mucho más brillantes y tener la osadía de llegar hasta el punto de afirmar: “el mundo es de los mediocres”
Solo una mezcla de limitada formación y abundante crueldad permite que un individuo de esta calaña no despierte sospechas en sus primeras andaduras y sea despiadado al llegar al poder no dudando en abanderar otra conocida premisa para mantenerse: “el fin justifica los medios” 
Al igual que los trepas, incansables y tenaces aduladores, cuentan con un poderosa arma como es su propio resentimiento sobre todo y sobre todos y también una vez conseguidos sus anhelados puestos incrementan el daño a provocar; pues una de sus máximas será la de rodearse de gente semejante y el “divide y vencerás” para evitar la competencia y la dura caída.
Llegados a este punto quizás estén ustedes pensado ¡Cómo no! en determinados políticos en boca de todo el mundo, pero no nos engañemos; para que los cimientos de una sociedad de siglos de desarrollo se tambalee como aquí sucede no es suficiente contar con políticos de esta catadura, el concurso de  empresarios y directivos  es también necesario para alcanzar esta penosa realidad.    
Si la clase política es importante para el adecuado devenir de cualquier país, su clase empresarial  es clave. La empresa, junto a la cultura y formación, es el motor, el combustible fundamental para el progreso y la convivencia. La empresa crea riqueza material, que sin despreciar la espiritual, es columna vertebral de toda sociedad
¿Cuantas veces, muchos de nosotros, nos hemos cruzado en la vida profesional con elementos qué, una vez conocidos, nadie se explicaba que pudieran ostentar cargos de responsabilidad en una organización?  Comportamientos infantiles, celos; anteponer  intereses personales a los de su propia empresa, salidas de tono y amenazas cuando el profesional trata de decirle la verdad y no lo que quiere oír.
Convocatorias de reuniones, para cubrir el expediente, sin ni si quiera orden del día, provocando como consecuencia y únicamente  la pérdida de tiempo y dinero. ¿Cuántas veces hemos pensado a la hora de finalizar una convocatoria?: “No sabía  a lo que iba y vengo sin saber a lo que fui”.
Protagonismos personales en mesas de trabajo que una vez analizados nos damos cuenta que no dejan de ser palabras vacías y sin ningún resultado practico. Promesas  imposibles de cumplir y balones fuera, hacia los subordinados a la hora de rendir explicaciones. Difamaciones y descalificaciones profesionales, delante de otras personas, de compañeros y jefes superiores -los mismos que se adulan cuando están presentes-
Decisiones estratégicas pensando en objetivos a corto plazo y en contra de todos los dictámenes técnicos y profesionales que derivan en monumentales pérdidas para la organización y milagrosamente ahí continúa el individuo. Posicionamientos  ante un problema buscando culpables en vez de las soluciones, etc.
Da la sensación que estamos ante un catálogo de lo que no debe hacer un ejecutivo, pero la realidad es que son prácticas más habituales de lo que se piensa. Detectar y poner en su sitio a esta raza, dando paso y oportunidades al verdadero líder, tanto en el ámbito político como en el empresarial, es tarea imprescindible para superar crisis y obstáculos. Cualquier país y su sociedad no avanzará mientras consienta en puestos clave trepas, mediocres y jefecillos.
 

Trepas, mediocres y jefecillos

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