Precariedad, exclusión y desigualdad

Hay muchas radiografías que se pueden hacer en el momento presente de nuestro país. Una de entre ellas es esta, la que perfila, no dibuja, una imagen nítida ,sin embargo, a saber, dentro de la Unión Europea, nuestro país arroja escalofriantes dígitos de crecimiento de la pobreza con el enorme riesgo real de exclusión social y que no percibimos por miopía voluntaria, la precariedad en el empleo, que sí conocemos pero que no interesa resaltar, y la enorme brecha de una sociedad cada vez más desigual. Evidentemente a nadie gustan estos titulares. Crecemos sí, como todos, pero con una diferencia abismal entre el crecimiento de los más ricos y el ínfimo de la generalidad. Sacamos pecho de las cifras que interesan, pero preñadas de altas dosis de ambigüedad y cierto nepotismo. Vendemos una imagen, pero que es superficial. Ya no hay a quién echar culpas hacia atrás. Eso es evidente. El tiempo con su paso raudo y veloz también depara amnesia y algo de vergüenza.
El Informe España 2017 es un durísimo mazazo o jarro de agua fría que en nuestro país apenas ha pasado algo más que indisimuladamente desapercibido. Solo Grecia nos gana en un ítem, en el resto somos campeones. Pero esto no vende. No interesa. No queremos ver la pobreza, la miseria, la exclusión social. El soporte clave que han sido las estructuras familiares en estos años tras la debacle de la crisis. Sacamos pecho cuando las cifras de empleo son positivas, pero no queremos rascar un poco en las mismas, ni siquiera en esa ratio de temporalidad asfixiante y total. Es escandaloso, pero se tolera todo. Y cuando no se sabe como enderezar rumbos, buscamos la pócima mágica, proponer pactos de empleo y empleabilidad y formación cuando todo ha fracasado hasta el momento. Faltan ideas, falta acción y también un modelo. Una pauta, a la que hay que añadir tiempo. Y lo que viene a futuro con toda la apuesta hacia la digitalización, la industrialización inteligente e innovadora de las nuevas fábricas cuando no ensambladoras es un papel cada vez menor del trabajador no cualificado.
España es hoy más desigual que antaño. La quiebra y las deficiencias del estado de bienestar han dejado un poso de realismo y amargura tremenda. Un realismo de que nada volverá a ser igual. Y afirmar lo contrario, una falacia. Somos más desiguales, más pobres y con una mayor propensión a una estructuración social diferente, en parte, por la temporalidad y enorme volatilidad del trabajo. El resto, llamar a las cosas por el nombre que no corresponde. Así de simple.

Precariedad, exclusión y desigualdad

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