Política y financiación autonómica

Huyamos de la demagogia, también de visiones cortoplacistas y partidistas. Demasiado serio lo que está en juego. Un sistema de bienestar, una realidad donde la igualdad pero también cierta proporcionalidad y priorización de problemas disímiles para unas y otras autonomías han de estar presentes. Muchos creen que la solidaridad, el principio de solidaridad, como otros de corresponsabilidad, son meros enunciados teóricos. Saber diseccionar la esencia de la circunstancia, extirpar lo accesorio y lo superfluo, es prioritario en un momento donde el sistema aprobado en 2009 ni ha servido ni ha cumplido objetivo alguno, salvo acallar ciertas reivindicaciones y silenciar otras componendas.
Insuficiencia y desigualdad en la financiación per cápita son los dos grandes problemas, pero, sobre todo, el nudo gordiano. Que no nos distraigan artificios y populismos. Ni la presencia o ausencia de quien quiere romper o asegurar su status quo. De todo se puede hablar. O jugamos todos una misma partida, actualizada y calculada a ratios de 2017 o la partida y el tahúr está condicionado. Y entiendan lo que tienen que entender quienes deben entenderlo. La renta, los ingresos de unas y otras comunidades es lo que es. Como también lo es la demografía y el envejecimiento de ciertas regiones y con ello el coste asistencial y de dependencia, aun siendo esta deficitaria y escasa conforme a la inmensa vulnerabilidad que la misma tiene en la población.
No se puede hablar de financiación autonómica si no somos capaces de repensar por enésima vez una reforma fiscal en condiciones, objetiva, clara, actual y eficiente, con más o menos cesiones o por contra de caja única. Los servicios públicos son el talón de Aquiles de todo el pilar del bienestar. El pozo sin fondo, la calidad de los mismos, cuando no la propia realidad y existencia exigen suficiencia de fondos, pero también igualdad y corresponsabilidad. De lo contrario nada es posible y el castillo de naipes se tambaleará de nuevo. El edificio tributario fiscal reformado y legislado sin cesar una y otra vez debe ir más allá del impuesto de renta y el de sociedades. El grueso del que se nutren las autonomías es otro. Y la desigualdad de regímenes autonómicos en estos impuestos, una auténtica locura, pero también una desigualdad de derechos y obligaciones en función de los territorios y que rozará algún día el límite de la igualdad constitucional.
Repensar y requilibrar los fondos con los que se nutre el pago de estos servicios, dotar de peso a los ingresos, sabiendo cuál es y debe ser el origen, si lo cedido o lo transferido por el Estado es una clave para presupuestar y ejecutar la suficiencia de recursos y, por tanto, hacer real la corresponsabilidad. De lo contrario la desigualdad, la falta de recursos, la insuficiencia de medios materiales y humanos, prestaciones asistenciales y básicas se cronificará. Hablar de sistema de financiación, de reforma, de puntos y líneas de encuentro es más que una foto en el Senado. Es proponer, es discutir, hablar de todo y formular. Es transacción, diálogo y discusión, pero es también agarrar a uno de los toros por los cuernos. El otro es el de las pensiones. Es hacer política. Tener voluntad de hacerla. Casar igualdad de derechos, de servicios, de oportunidades, tener la financiación suficiente y el servicio eficiente y efectivo es una cara de la moneda, la otra es cohesionar y preservar la financiación per cápita a la que algunos no están dispuesto a minimizar un ápice. Aunque la realidad y dinamismo económico es el que es en unas y otras comunidades.

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