Santa Semana

El calendario anuncia la primavera, en un par de días adelantaremos los relojes y los días se harán más largos. La naturaleza promete vestirse con sus mejores galas. Las buganvillas trepan por los muros de pazos y jardines, el árbol del amor tiñe de fucsia los jardines de Méndez Núñez, la calle San Andrés o la Marina, y en casa, las orquídeas asoman, tímidamente, su belleza. Momento de renovación que se une a los símbolos de renacimiento de la Semana Santa.


Podrían ser tiempos para abrir las ventanas, dejar que el vendaval renueve el aire de las estancias donde se acumula el olor a chimenea, el abrigo de las mantas de mohair o el abrazo del sofá, refugio de los días grises. Pero todavía son días de primavera de agua y frío, como hubo días de invierno con sol.


Santa semana la que nos ha visitado, ralentizando la promesa de temperaturas cálidas, los paseos por la playa o las lecturas en el jardín. También ha aminorado los ritmos cotidianos, acallado los chats con clientes o aligerado de reuniones la agenda.


Santa semana para sentarme con el equipo sin prisas, fijar procedimientos que nos permitan seguir afianzando las estrategias y medir las consecuencias de los cambios que estamos implementando. El cambio puede doler, estamos de acuerdo, pero si no salimos de la zona de confort, si nos conformamos con los “siempre se ha hecho así” o los “lo hemos intentando mil veces pero no ha servido de nada”, seguiremos aletargados, probablemente sobreviviendo, pero necesitamos pasar al SUPERviviendo.  


Santa semana, pues, para “despedir” rutinas, renovarse al unísono con la Pascua y la primavera y como bien dice mi admirada Emma Giner, esponsorizar los cambios de “abajo hacia arriba”. Escuchar antes que actuar.  Tener claro qué queremos cambiar y alinearlo con los objetivos y los valores. Parar nos ha permitido focalizar, no viajar a la deriva.


El siguiente paso, comunicar, de manera clara la visión y el objetivo del cambio para generar compromiso. Llevar esa visión a una realidad, a acciones concretas que den sentido al día a día de cada persona que forma parte de la organización. Para ello, no debemos escatimar esfuerzos en el desarrollo y la motivación del equipo. Los cambios no se imponen, se construyen de manera conjunta.


Por último, al igual que pasada la Semana Santa llegará la primavera y después el verano -aún con sus días de lluvia o cielos cubiertos-, debemos afianzar los cambios, medir y seguir reajustando, porque el ciclo avanza.


Santa semana también para descansar, tomar distancia y empaparme de lo que me llena. La vida es demasiado corta como para no disfrutarla. Pactamos invertir los días de descanso entre lo que me gusta a mí, lo que te gusta a ti, lo que nos gusta a ambos. Unas horas entre burbujas y barros hasta que la piel revive y la mente se evade, mientras te envuelves en tus lecturas, nunca es solo una, el libro de la cata literaria del mes y el que te inspira el momento. Juntos, paseos, fotografías, conversaciones…


Santa semana de calma, para cargar las pilas y seguir con energía los próximos pasos partiendo de la premisa de Virginia Satir “El cambio es una puerta que se abre desde dentro”.

 

Santa Semana

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