Reportaje | Las baterías militares que Defensa dejó morir en Ferrol: una historia sin retorno

Reportaje | Las baterías militares que Defensa dejó morir en Ferrol: una historia sin retorno
Base de uno de los cañones en las baterías de Prior | jorge meis

El turismo militar –o bélico, como prefieren algunos– ha despertado en la última década el interés de millones de visitantes de todo el mundo que recorren fortalezas, cuarteles, lugares de batalla y hasta campos de exterminio, como una forma de conocer esa parte de la historia que a veces tiene más sombras que luces. Aunque Ferrol y la comarca no haya sido escenario de épicas batallas militares, sí guarda ciertos tesoros muy apreciados por los amantes de este tipo de turismo.
Algunos se han puesto en valor de forma decidida, como el Museo de la Construcción Naval que cada año recibe miles de visitantes. Otros, como el castillo de San Felipe, han sido mimados a intervalos y explotados de forma más o menos efectiva en el ámbito turístico, aunque siempre con la sensación entre los vecinos e historiadores de que se le podría haber sacado más partido a una ría que acogió a los más importantes navíos del imperio español.
No ocurre lo mismo con otros pequeños tesoros que lejos de haber recibido poco cariño por parte de las administraciones públicas, han sido despedazados tanto física como históricamente y que son ya irrecuperables. A menudo se escucha eso de: “si tuvieran esto en Francia o en Estados Unidos habría colas para visitarlo”. Y aunque manida, la frase no deja de ser real como la vida misma cuando uno pasea entre las baterías militares que inundan ambos lados de la ría y el Golfo Ártabro en general.

Desmantelamiento
El año 1997 fue un punto de no retorno para este patrimonio militar. Aunque llevaban años inutilizadas y habían sido saqueadas a pequeña escala –ventanas, cableado, instrumental– hace exactamente 20 años el ministerio de Defensa ejecutó una orden que supuso la puntilla para estas infraestructuras: el desmantelamiento de los cañones Vickers, los más grandiosos de la historia de España. Las majestuosas piezas se montaron de acuerdo al plan de artillado del año 1926 firmado por Primo de Rivera y su objetivo era defender la base naval de Ferrol-Coruña. Para ello, se establecieron cuatro bases: el flanco derecho estaba defendido desde monte Campelo, el centro desde los cabos Prior y Prioriño y el flanco izquierdo desde monte San Pedro, en la ciudad herculina. De ellos, solo este último ha sido sometido a un auténtico proceso de puesta en valor –con algunas piezas llevadas desde Ferrol- y cuenta actualmente con visitas guiadas y batallas teatralizadas que atraen anualmente a miles de personas. Los fuegos cruzados desde estos emplazamientos creaban un semicírculo defensivo desde las islas Sisargas hasta más allá de Monte Campelo, haciendo de esta la zona costera más defendida del mundo durante la Segunda Guerra Mundial.

Valor patrimonial
A esto hay que sumar un entramado kilométrico de túneles, puestos de vigilancia y de proyección –sistemas de altísima tecnología para iluminar al objetivo durante la noche–, que convierten a Ferrol en un auténtico parque temático real para los millones de amantes del turismo bélico en todo el mundo.
Desde hace años, asociaciones como Baterías de Costa del Golfo Ártabro, formadas por expertos en la materia, tratan de poner en valor, aunque sea de forma digital, este patrimonio de la comarca. Desde la entidad lamentan que sean las de Ferrol las únicas de todos los conjuntos de baterías del estado (los otros están en perfecto estado en A Coruña, Cartagena y Mahón) que están en ruinas.
Además, desde esta asociación de apasionados del patrimonio militar de Ferrol recuerdan el reto constructivo que supuso instalar estos gigantes de acero en estas atalayas. “Vinieron en barco desde Inglaterra y los descargaron en el Arsenal. Desde allí se instaló una vía a tramos, que se montaba y se desmontaba. Un tractor a motor se encargaba de tirar de las piezas para avanzar unos 200 metros al día. Una vez en la zona de la costa donde pensaba ubicarlos hubo que hacer desmontes y carreteras para poder subirlos. Todo ello con el sudor y el esfuerzo de mucha gente”, explican desde la asociación.

Nadie explicó en su día las razones que llevaron a los altos mandos del Estado Mayor a tomar la decisión de acabar de un plumazo con todas estas instalaciones, pero el resultado desde el punto de vista histórico y patrimonial fue catastrófico: enormes piezas de valor museístico despedazadas y convertidas en chatarra. Los dos únicos cañones que se salvaron fueron los de Campelo, pues habían sido trasladadas como recambio en los años 40 a la base de Punta Paloma, en Gibraltar, donde todavía permanecen.
El lugar de estos Vicker Amstrong del calibre 38,1 lo ocupan ahora toneladas de basura incontrolada acumuladas desde hace décadas. Teniendo en cuenta otras piezas patrimoniales como el Arsenal, los museos de la construcción naval y el propio astillero o las fortalezas defensivas a ambos lados de la ría, poco cuesta imaginar que con un poco de voluntad por parte de políticos y de altos mandos de Defensa para poner en valor todo lo destruido, Ferrol bien se pudiera haber convertido en un referente turístico a nivel mundial de la historia de la Marina.

Reportaje | Las baterías militares que Defensa dejó morir en Ferrol: una historia sin retorno

Te puede interesar