“No me sé ni una canción entera”

“No me sé ni una canción entera”
Pastor dueño Mesón La Posada cierra

El hostelero que recibía a los ferrolanos con un “¡adelante jóvenes!” que elevaba el ánimo y servía vinos mientras te dedicaba una canción, se retira. Pastor Díaz Rodríguez acaba de traspasar el Mesón La Posada de la calle Magdalena, el establecimento que regentó durante los últimos veinte años con un éxito solo achacable a su marca personal: lo que él denomina la hostelería alegre. Eso, y que siempre había sitio al fondo.
El mesonero valdoviñés se siente estos días agradecido y abrumado por las muestras de cariño que recibe por la calle a cada paso. Son cuarenta años de oficio en los que ha derrochado bonomía y entusiasmo por el trabajo. Cuenta, junto a su mujer María José Ardao, que el día que estaba un poco bajo y no cantaba con suficiente brío la clientela se le ponía cabizbaja. Sin embargo, y pese a lo que la mayoría pueda pensar, Pastor declara que no le gusta cantar, que lo hace mal y que, en realidad, “no me sé ni una canción entera”. Al agente de la SGAE ya le advirtió que nada de derechos de autor, que sus temas eran todos originales.

Trayectoria
A Pastor el oficio le viene de lejos. “Empecé en La Rotonda de Valdoviño, en los veranos, con doce años”, recuerda. Desde aquel establecimiento, que para él y para otros fue una auténtica escuela de hostelería, se fue a trabajar a la cafetería de la Residencia, precisamente cuando se puso en marcha, y después llegó al centro de Ferrol. Explica que Fernando Garmendia lo llevó en el año 76 al Caserío Dukiena –en Iglesia 34, donde hoy está Zahara– y que allí permaneció trabajando diez años. “Estaba con Ezequiel, Luis, Rafael... –comenta–, ahí fue donde marcamos una forma de trabajar diferente, con alegría”. Aquel local abrió en opinión de Pastor un nuevo camino en la hostelería de Ferrol, donde hasta entonces basicamente se tomaban tazas. Allí se empezó a chatear con riojas, riberas del Duero, a ofrecer pinchos... “Tenía mucha gente”, recuerda. “Ferrol entonces era una fiesta todos los días, hasta el 85 o el 86; a partir de ese año empezamos a notar la crisis y ya todo fue siempre a peor”.
Cuando se traspasó el Caserío, Pastor trabajó un tiempo de comercial de una firma de alimentación y después volvió a la hostelería, a trabajar en Toscana y Montana, dos cafeterías que estaban en un bajo de la plaza de Armas y en la calle Real.
De ahí, en el año 1995, tomó la decisión de poner en marcha su propio local, el Mesón La Posada, en el que ha llegado a hacerse célebre con sus cánticos, su jovial “bienvenidos jóvenes” y las indispensables tapitas que preparaba María José, su mujer, en la cocina. La Televisión de Galicia le hizo dos reportajes, unos marinos colocaron un cartel de su establecimiento en La Antártida, le han querido hacer un homenaje que él declinó e incluso le han propuesto ir en alguna lista electoral, cuyas siglas evita revelar.
La última sorpresa se la ha dado Facebook, una red social en la que se encontró un día no por iniciativa propia, sino por la de un estudiante ferrolano que, estando en Londres, decidió hacer un perfil a su mesón más añorado. Este 18 de marzo, Pastor aprovechó ese canal para despedirse de sus clientes y agradecerles su cariño. En apenas dos días su mensaje ha sido respondido por infinidad de ellos que le desean lo mejor.
El matrimonio, que acaba de tener su primera nieta, se marcha deseando a los nuevos propietarios que tengan su misma suerte. Aunque por primera vez después de veinte años, en esta fiesta de las Pepitas, Pastor no estuvo para hacer los coros.

“No me sé ni una canción entera”

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