De casa de Marujita Díaz a un anticuario de Ferrol

De casa de Marujita Díaz a un anticuario de Ferrol

Que el destino y las casualidades es algo en lo que el anticuario ferrolano Honorato Martínez pudo empezar a creer hace casi un año. Un viaje a Madrid en octubre de 2015 y una visita a una joyería de la capital a petición expresa de su mujer Blanca para regalarle “un anillo en condiciones”, hicieron que se topase con otra joya inesperada.
“Entré en la tienda –Molina Cuevas–, que conocía por el ahijado de Marujita, que es un gran amigo mío, y vi que tenían montado un rastrillo benéfico de marfiles, cuadros, bisutería, porcelanas... que pertenecieran a ella para donarlos a una asociación de niños y ancianos sin recursos”, recuerda Martínez. Enamorado de las antigüedades y reliquias por deformación profesional, el ferrolano clavó sus ojos en un singular tocador blanco de los años 50 y de diseño italiano. 
El mueble, de plástico y de unos 60 centímetros de diámetro y con una silla que encaja perfectamente para conformar un tubo cilíndrico cuando está cerrado, obtuvo aún más interés al saber que la famosa pareja formada por Alaska y Mario Vaquerizo había estado interesada en hacerse con él pero, debido a problemas de espacio en su piso en la céntrica calle madrileña de Gran Vía, tuvieron que desechar la idea. 
La propia cantante escribió en su día en su blog personal referencias al rastrillo y al mueble en particular. “Es una lástima que nuestro ‘horror vacui’ haga imposible que metamos ni una aguja más en casa, porque me hubiera quedado con las sillas blancas de mimbre en las que tantas veces vimos posando a Marujita, o con el moderno tocador”, indicó Alaska, al tiempo que hizo un alegato para que los objetos de los artistas fallecidos “sirvan como el recuerdo del paso de esas personas por este mundo”. Marujita Díaz, una de las glorias del cine de los años 50 y 60, murió en junio de 2015 a los 83 años. 
“Dios me bendijo. Se dieron un montón de circunstancias favorables y tuve muchísima suerte”. Así justifica Honorato Martínez la compra, por la que tuvo que regatear e incluso realizar un segundo viaje a la capital “porque no me entraba en el coche, ya que iba cargado y no contaba con comprar nada”.
Desde entonces, el tocador luce todo su esplendor camuflado entre la gran cantidad de antigüedades que el ferrolano acumula en su local en la calle Sol y no parece que tenga muchas ganas de deshacerse de él. “Es una pieza muy difícil de conseguir, quitando ya a quién perteneciese, pero si algún particular me ofreciera una oferta interesante me lo podría pensar”, asegura.
Hace cinco años que comenzó con el negocio y todavía se está preparando para entrar en el mercado. “No es una tienda al uso; no tiene nombre, no hay bolsas, no hay caja registradora, no hay terminal para tarjetas, no estamos en Internet, no abrimos si no es con cita previa... A mí me gusta hacer las cosas despacito y con buena letra”, afirma Martínez, quien confiesa que otro de los grandes problemas de la profesión es la dificultad a la hora de tener stock.
Con todo, para el anticuario su trabajo “es precioso porque se trata de recuperar” y, aunque requiere de mucho esfuerzo, Honorato tiene una premisa que el tiempo ha hecho que siga a raja tabla: “Si tienes una pieza cómprala porque no pasa de nuevo”. n

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